lunes, 26 de enero de 2009

CONSIDERACIONES SOBRE EL AUTISMO
.
.
En la naturaleza no existen seres potencialmente inadaptables -otra cosa es que la adaptación de uno no pueda competir con la de otro y tienda, por ello, a desaparecer-.
Lo que ocurre, porque es natural, es que los más débiles tienen que recurrir a... la agresividad; y la agresividad no es aquí algo "malo" en el contexto biológico (1), sino un bien para ellos, un mecanismo de defensa.

Así, ningún ser es inadaptable ni aun comprobándose una deformación o una “desorganización somática”, pues no existe -per se- incapacidad somática para que un individuo no se adapte, ya sea de una forma o de otra.
No obstante, se ha de tener en cuenta que, todo organismo vivo, siempre es una deformación con respecto a la forma que tuvo anteriormente; o sea, los organismos en todo proceso adaptativo son deformados y deformables, y no todos siguiendo una total... simetría.
Lo que sí habría que analizar es, más a fondo, esa “debilidad” que recurre a otros mecanismos de defensa, porque permiten una adaptación diferente a la adaptación de la mayoría de los miembros de una misma especie; es decir, se trata de otra -“legítima biológicamente”- que se ha de tolerar.

Además, se ha demostrado con el método experimental -por científicos de reconocido prestigio- que, si un animal es expuesto a un agente estresante o inadecuado en un extremo para él, entonces, el resultado es de bloqueo: inutilidad o "pérdida" de sus propios mecanismos de defensa a favor -o en búsqueda- de otros que sí se le presentan para unos niveles de rechazo -o de inmovilidad- y de... agresividad.
Significa esto, claro, que sus mecanismos de defensa quedan en cierta manera “agotados” porque no atienden a sus nuevas necesidades y, por medio de un rechazo inconsciente, se ve impulsado u obligado a actuar en otra dirección, ya "inconsecuente" a los mecanismos de defensa que él contaba; y esta reacción no, no es anormal, sino aun de lo más normal -biológicamente-.

Sí, el ser humano desde que nace, como cualquier ser vivo, sigue a un “mandato”o a un impulso de sentirse seguro -a modo de placebo natural-, en el placer; así es, el cual puede no encontrarlo en un determinado entorno provocándole esto un brusco rechazo o un incontrolable rechazo -por automatismo- hacia él y en tanto que, por afectividad, sólo ha encontrado como seguro "su mundo", ése que no es capaz –o que no cuenta con la ayuda suficiente- de concebir el orden afectivo -o la adaptación- de la mayoría.

El autista -o el esquizofrénico-, desde luego, se adapta siempre, pero de otra manera, menos “difluida” porque, sus mecanismos de defensa, encuentran demasiado pronto la saciedad (2) -al límite de “entendimiento” a donde pueden llegar- determinándole -tal saciedad muy concreta- una acumulación de patías y, éstas de seguida, un nuevo modelo de necesidades que, inevitablemente, se forjan en su interior.
Por ello, el autista posee una emotividad -”interioridad” provocada por “aislamiento”- superior en beneficio de una defensa de un interior “amurallado”; el cual no precisamente cuenta con la protección comprensiva de los demás que, asimismo, “viven -por otro lado- con sus intereses en sobrecarga” porque prevalezca un único o general orden afectivo, uno decretado u “oficial”.
El autista, entonces, "prevé" las patías de ese orden general y no se ofrece -lo más mínimo- en su apatía inconsciente (3) para percibirlo o para entenderlo: no le presta atención.

En cualquier terapia, la hipersensibilidad “a sí mismo” no puede ser eliminada, ya que probablemente destruiría la estructura de su personalidad en detrimento de “su sentirse seguro” -el anteriormente referido-; pero el juego o la ociosidad (la repetición de cosas que le agradan, lo cual “le dan a entender” que lo aceptamos) distienden su agresividad -el no aislarlo precisamente del humor o del placer físico de las cosas- porque, así, lo acercan a lo real “por su vía más agradable” o persuasible para que confíe más en él (se trata de que “lo nuestro real” sea compatible o aceptado con “lo suyo real”).

Su adaptación, en suma, no se ha de doblegar, sino más bien se ha de incentivar; y el juego lleva, a su imaginación, al terreno de lo real -en su amplia extensión-. Se le incentivaría, con eso, para conseguirse un cambio de sentido sin que su resultado suponga una descompensación, en cuanto a imposición desagradable se refiere.
El juego, o la ociosidad en torno a él, claro, es la institución más abierta que pueda existir; éste, además de que socializa, aparca la agresividad, y a nadie reprime su sentimiento por sentirse más o menos importante -imprescindible- e integra hasta al que “solamente” estuvo aislado, imperfecto -se puede pensar- para los demás.

Como conclusión, la no-agresividad o una adaptación cívica no en todos requiere el mismo aprendizaje y, por lo tanto, una atención sobre aspectos más generales de la realidad no ha de ser impuesta ni exigida con un mismo método -unos mismos parámetros- de aprendizaje; sí, al igual que un invidente o un mudo, que no poseen siquiera las mismas necesidades, el autista no va a atender “a lo mismo” del mismo modo.

(1) En el contexto biológico la agresividad siempre es un "bien", una reacción a la patía que se siente o se "prevé" por haberla experimentado... repetidamente.

(2) Todo tropismo se fundamenta en una ansiedad hacia lo necesario; cuando lo necesario llega a cierto umbral ya queda saciado y es, entonces, en este extremo en donde se siente un rechazo o una patía o una obligada contra-reacción que se dirige hacia otra acción o hacia otro modelo de acción, condicionado éste por unas nuevas necesidades.

(3) Anula o rechaza un estado perceptivo de la realidad: el que pasó hambre puede "anular" ese estado si se siente débil o vulnerable y, además, a los que se encuentran en él, es decir, por debilidad de supervivencia - o, si se quiere entender, "por cobardía"- rechaza esa empatía -principalmente por el miedo instintivo al mismo miedo o a la inseguridad, es decir, una huida deseada de toda fobia-.

Nota.-
Cuando ya han movilizado todos sus mecanismos de defensa con los máximos esfuerzos creándose “castillos en el aire” –donde rápidamente sacia los ideales de su interior hiperemotivo- pues, por ser esto constante o repetido, en esas sucesivas vueltas a la realidad son demasiados “castillos en el aire” los que se caen, o sea, acumula fobias o frustraciones o patías, por un proceso demasiado rápido de la “saciedad”; más claro, lo que para los demás es un “tranquilo adaptar” lo que desean, para él ya es una total confrontación con esa realidad.
Así, como consecuencia “legítima” o inevitable, los conocimientos de “su” realidad los va sobrealimentando, los va sublimando con las imaginaciones que él crea -porque éstas son, por encima de todo lo demás, las que a él le garantizan más seguridad-.
El autista es... un ser que no tiene sus propios recursos adaptados para la reincidente frustración -aunque ningún ser humano, ante ella, perfectamente los adaptaría-.
.

No hay comentarios: