viernes, 12 de septiembre de 2014


VOLUNTAD Y MORAL



Primeramente, la emoción -reacción vital- no es lo mismo que la moral -referencia simbólico-social o trascendente-, puesto que ésta última es un producto conseguido hasta un presente, no desde el mismo hecho inherente a un ser vivo, sino desde un hecho añadido o social; y, si existe el hecho social, es inevitable, inesquivable, la moral (*). Luego, en el ser humano, la emoción o la impresión sensible no es de la misma índole que la de la naturaleza, sino vinculada a valores morales, se quiera o no.


El arte no es accidental -como propugnaba Hegel-, por razón de que es identificativo de lo que ha vivido junto a lo que ha convivido o le ha influido la sociedad. Deduce esto que Croce estaba en el error al sostener la intuición artística anterior a lo intelectual, en cuanto a que el arte requiere una "predisposición" o maduración intelectiva previa, ideada, y no de un estado independiente, desconectado o hecho "de repente" desde la nada.

Más claro, la impresión sensible sobreviene tras una predisposición simbólica del sujeto junto a otra cultural con respecto a las cosas: el ser humano ya cuenta con un instinto condicionado.

Entonces lo moral -significado idealista- no depende de una voluntad como decía Nietzsche, sino de un estructuralismo vital, es decir, de un producto donde, por ejemplo, sí se podría transformar voluntariamente el tallo -comparándolo con un árbol- con un injerto o sucesivos injertos, pero no las raíces ni las funciones inherentes al mismo "ser árbol". Conforme a que es así, no se pueden instaurar todos los valores nuevos, sino los posibles. La voluntad no puede empezar absolutamente desde cero, empezar de nuevo, ya que empezó y nada posee dos principios al mismo tiempo: corresponde cada cosa a un principio u origen por generarse y, otros desde su desarrollo, dependerán de él, de las consecuencias que ha conllevado.

Nietzsche se equivocó cuando basó el conocimiento en el hecho emocional, porque el hecho emocional no es un hecho aislado, autoconstructivo totalmente, sino construido del entorno, como elemento que es de él. Sentirá y pensará lo que el entorno le deja y, por eso, lo hace. No se puede pensar con lucidez que no le llega la realidad o que no aprehende la realidad, puesto que ya es realidad, un hecho por ella o a merced de ella en usufructo. El ser humano no es, enfrente, algo en vez de la realidad, no, sin duda que no, sino es algo que sobrelleva la realidad, pues, todo percibe realidad irrefutablemente, interacciona con y dentro de ella, se construye por ella.

El hecho de que cada uno interprete de una forma diferente -porque existe lo anteriormente dicho de la condición social- no significa que uno percibe de la realidad, otro de la irrealidad y otro de la superrealidad, no, lo que significa es que cada uno acusa unos valores sociales más que otros, pero esos valores son y están desde y en la realidad.

Nietzsche, muy dejado por la irreflexión o por la reflexión sólo a favor de la pasión, sostuvo que el ser humano pasa por un "espíritu-niño" -sin valores morales-, después por un "espíritu-camello" que aguanta unas obligaciones morales, después por un "espíritu-león" para forjar una libertad y, después, debe volver al "espíritu-niño" que es la verdadera madurez según él. Sea como fuere al "espíritu-león" lo vivido no se lo va a quitar nadie y en tal grado que, estando, no va a volver al estado niño que no representa madurez de vivencias, ni porque le guste.

Aún más, si tanto asusta ese "espíritu-camello" con sus cargas morales pensemos, en cambio, que no existiera, que sólo niños existieran en el mundo. Bien, deduciría esto primero que los niños tendrían que asumir lo que los adultos hacían por ellos, esto es, tendrían que responsabilizarse tan pronto como convivieran o tendrían su correspondiente "espíritu-camello" inevitable en su correspondiente tiempo vital -no se puede engañar con fantasías-.

En rigor como conclusión, la percepción sólo percibe realidad -no toda, por supuesto: su cantidad depende de una mayor capacidad y de una mayor atención o voluntad-; una vez percibido lo percibido el ser humano puede fantasearlo o no, pero lo utiliza inesquivablemente para valores sociales -que existirán gusten o no gusten-; una vez utilizado como valores sociales, cada individuo valorará la realidad en virtud de los valores que más acusa -el que unos valores importen más que otros depende sobremanera de una educación social, de sus recursos educativos-.

(*) Es una definición incorrecta la que dio Nietzsche a la moral como interpretación de los afectos, pues, nuestros afectos ya moralizan -al no ser puramente instintivos-, son morales: inductores de "algo que hay que hacer" común en toda ordenación o disciplina o forma de organización social.


JOSÉ REPISO MOYANO
ENSAYO:
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LENGUAJE Y VERDAD EN LA REALIDAD


1. LENGUAJE Y REALIDAD


Según el estructuralismo el ser humano como tal no existe porque su base conceptual originaria ha cambiado de modo que ahora o en adelante sólo se concibe un resultado cambiante por una cultura social, y esto quiere decir que comporta toda verdad una estructura. Lo verdadero del ser humano anterior es irrecuperable en cuanto a que "ahora" es un resultado o algo distinto.

Ahora bien, ese "algo distinto" ha trascendido y, en efecto, la verdad ha trascendido de lo que fue –no de lo que no fue- pero, además, se ha superado a sí misma –lo que supone toda adaptación o evolución- desde el contexto natural, no desde el exclusivamente simbólico.

Sí, en cuanto se habla de lenguaje a veces se extrapola a que es un condicionante que lo ha determinado todo, incluso toda verdad o noción de realidad. ¿Es eso así?
Por el ser humano la verdad está dicha de una forma lingüística que expresa proposiciones –informaciones verbales o formales-, luego "toda teoría de la verdad de las formas lingüísticas tiene que presuponer la teoría previa de la verdad de las proposiciones" –como decía Sellars -, salvarse de su puro lenguaje.

Pero, el lenguaje forma parte epistemológicamente del mismo conocimiento –del transmitirlo-, o sea, si existe el conocimiento es porque sólo se transmite ya sea por una vía primitiva del lenguaje o de otra en cuanto a que un ser vivo es receptor de informaciones que les transmite –o inevitablemente le ofrece- el entorno; esto es, el conocimiento no está sin el sujeto, sino está "dándose" al sujeto o el conocimiento está haciendo al sujeto, por lo que está predispuesto para él.

Digamos que, del mismo modo que la autorregulación está predispuesta para un ser vivo, el conocimiento es un resultado progresivo de una interacción de ese ser vivo con el entorno; por ende, esa autorregulación -natural- se encuentra reglada en coherencia comunicable con la existencia real del medio.

Al lado de esto, la mente humana -en su potencial inconsciente y consciente- construye un sistema propio a través de la cultura que a su vez le favorece la socialización; sin embargo, la naturaleza -por su parte- también lo hace con una "cultura natural o evolutiva", adaptativa.

Más claro: todo sistema depende –"subsiste"- de lo que le ha permitido trascender o… expresa su pasado, puesto que tal es una expresión que ha adquirido "continuamente", no que "ahora" ya tiene desde la nada o irrealmente.

A razón de esa inherencia, es cierto, sí, que ningún saber puede pretenderse desde un punto cero o "hacer tabla rasa" sin contar con lo anterior; luego el ser humano no es un ser "arrojado ahí", aunque sea un resultado único conceptualmente, sino –en consecuencia- trascendido ahí. Pues el resultado único no es lo objetivo (Dios, el monoteísmo, es un resultado único), más bien el resultado trascendido por una coherencia o significación coherente. Y, ¡ya!, esto no implica la imposición de un comienzo, no, únicamente la advertencia de causas coyunturales o cíclicas que infieren al ser y a su lenguaje.

Así, desde luego, la filosofía hermenéutica – o la etnolingüística- puede considerar que representa o interpreta o "dibuja" la realidad a partir de mitos, del arte o de los símbolos; pero eso denota o atiende a demasiado, a demasiado o exagerado simplismo: el lenguaje no representa sino es, ya es un resultado real de la realidad, y es la predisposición que le han permitido también esas opciones.

El concepto -o el símbolo de cualquier índole comunicativa- es el único puente para "decir la realidad"-como lo tienen a su modo todos los animales-, y esto conduce a establecer que ni siquiera es o puede considerarse como un “puente”, en cuanto a su inherencia que comparte la misma realidad.
Por ello, para que exista el conocimiento, y el consciente que evidencia el ser humano, primero habrá que decirlo –en eso consiste-; porque "ser consciente de la realidad" –lo objetivo- implica reconocerla y, este reconocimiento cualitativo, aumenta con un mayor y coherente lenguaje por adaptación (así, en los demás seres vivos, existe un reconocimiento primitivo o conciencia connatural, pero tal conlleva más objetividad al no ser vulnerable por... la sugestión).

Bien, en el conciencismo de Berkeley se señala o se argumenta que "yo soy" y, puesto que reconozco que soy, ya estoy más capacitado "para la conciencia".
El concepto capacita, sin lugar a dudas, por ser -en el lenguaje- un instrumento capacitador de advertencia de la realidad, y de la nueva realidad. He ahí " Esse est percipi " ( Berkeley ): eso es reconocido como realidad, no como nada, sino como "algo" dicho, advertido.

Conforme a tal adquisición de capacidad consciente, el ser humano percibe –o admite- antes lo que más necesita ("naturaleza necesitante ") y adapta su lenguaje para ese fin –aunque no sólo para él-; por lo que se sujeta por eso a necesidades –culturales o individuales- y crea... necesidades.
No de balde, en cuanto a que le sirve como una eficaz integración al entorno: se alía con otros beneficiarios de ese nivel consciente de realidad y de cultura – a favor de leyes comunes, de servicios compensatorios, etc.-. Lo que converge en una "estructura cultural", en una estructura-objeto que le condicionará siempre.

Sin embargo, antes de esa carga de nueva cultura adquirida, con él aún conviven sus instintos, sus sensaciones, pues lo concreto en adaptación es el acto del sentir junto a la capacitación para lograrlo; por lo cual, el ser diferencia, eficazmente concreta "una verdad" –o "verdades" u objetivos- con respecto a lo que recibe o con respecto a un percepto que ya recibió: tal verdad la advierte antes de "determinarla" su misma simbología –que, sin duda, actuará progresivamente-.
A saber, los sentidos propioceptivos –con los que cuenta a priori- le conforman caracteres físicos o reales de un hecho como la fatiga, la orientación, el ritmo, la distancia, la humedad, el peso, etc. Entonces, con eso, experimenta y madura a través del medio -por sobrevivir- corrigiendo y consiguiendo una adaptación; y mínimamente es posible si se corrige con respecto al medio, es decir, con respecto a "lo real" que habrá de conocer primero –y de discernir, por lo que se sintetizará en forma " gestalt "-. Así, con su conocimiento, no con su desconocimiento, antes de ser simbolizada una sensación, se hace propia una sensación instintiva, de espontaneidad instintiva frente al acto más lento y reflexivo de... la racionalidad.

De antemano, percibir no, no es razonar, pero conduce a razonar (la bipedestación no es razonar, pero conduce a la cerebración); lo adquirido podrá ser más o menos innato, pero parte de las capacidades adaptativas hacia lo que existe, hacia lo que comporta y exige un medio que, asimismo, evoluciona.

Un ser humano imagina, sí, no obstante siempre después de ver una imagen; luego habrá de percibir la realidad primero: como prioridad.

Por eso, siendo verdad que en una cultura la sugestión deforma -sugiere una determinada organización perceptiva-, también la inevitable racionalidad desmontará ese error con posterioridad mediante su mayor conocimiento o conciencia.

Sólo la razón corrige lo que la sugestión y el prejuicio fijan involutivamente.
Por ejemplo: si el tal prejuicio le dice a un pueblo que no debe conocer la realidad, aislándolo, la razón le demostrará que, a priori, es un mínimo conocimiento de la realidad pero –así-se niega a un mayor conocimiento o renuncia a esa capacidad, a ser sociedad (cuando un pueblo es por definición "sociedad").

En este contexto, sí, hoy en día hay intelectuales -que así se les llama- que aún separan el mundo de la realidad ("esto es un mundo", "aquello es otro mundo" defienden y no que "esto y aquello son partes del mundo", de la realidad), lo cual ciertamente confunde, por el motivo claro de que fijan con prejuicios "tu verdad", "mi verdad", "tu mundo", "mi mundo", "tu realidad", "mi realidad" y... no respetan -por lo menos- o no reconocen que vives la verdad y la realidad "que te toca", la que te impregna directamente del mundo. No, no complementan como todo lo hace en la naturaleza, sino que ellos –demostrándolo con hechos- "quieren ser" más soberbios o pedantes.

No obstante, el ser es el que vive la realidad –no el no-ser-, en la parte del mundo que le toca y, porque la vive, lo hace o lo construye sólo la realidad, lo dice con sonidos o sin sonidos, así o asá pero, "ese decir", dice la realidad desde un primer momento instintivo para ser, luego, un logro más consciente si -de verdad- se atiende a esa conciencia o a ese conocimiento mayor.
En este sentido, es falso que el signo ya por hecho –como lo establecía Ockham - se separe de su referencia significativa de lo real, porque equivale a su interacción con ella.
Lo real, sin duda, si no advierte su presencia, no interacciona con el sujeto real; y, con ello, el sujeto sería irreal, no existiría. En efecto, es así, para interaccionar debe siempre coexistir una predisposición inevitable, que asumirá asimismo las reglas reales desde... un principio.

Conque el sujeto no meramente aporta la realidad, sino "comporta" ya la realidad; es un sujeto aquí conformado a partir de la realidad, consecuente prioritariamente con ella.

El atomismo positivista y el estructuralismo (*) por error aíslan al acontecimiento – en proporción a su relevancia conceptual- como finalidad por concebirse el suceso presente, pues propugnan que su estructura real "sólo funciona" ahí bajo unos muy restrictivos factores culturales -o de acontecimiento-.
La realidad, para estas posiciones filosóficas -también con sus determinados aciertos-, "es" lo que "ahí sólo es" o se ha permitido que sea; las raíces, las condiciones y las capacidades que hasta ese "ahí" se llevan poco les importa (por eso, sus conceptos practican el truco de sorprender, de nacer, de iluminarse en el instante, convenidos esencialmente por unos datos culturales del… "ahí").
Sentencian sin más que, si es una estructura la realidad, el lenguaje nos lo organiza una estructura; ¡ah!, pero ¿quién organiza tal estructura?, ¿acaso el ser humano remotamente lejos del mundo y de realidad?, ¿no es acaso todo una estructura?, y si lo es, ¿cómo se pueden entonces aclarar ciertos conceptos con esa tan general condición?

Enfrente de eso, la realidad no es a secas una estructura para alguien por siempre, sino primero está en todo lo que existe, en el grado tal que confiere o conlleva o presenta un estado continuo de realidad, que lo deriva o lo difluye a todo lo que existe.
Es vano, es irracional el afirmar de improviso “aquí hay una estructura” en digresión con todo lo demás que "sutura", que cohesiona la realidad.

Por eso, sí, la cultura influye a la vez que, a la razón, no la incapacita para los mínimos logros que obtenga.
Que las "niños-lobo" (por ejemplo, dos niñas que habían sido criadas en una caverna de la India por lobos, descubiertas en 1920) no desarrollaran la razón en un contexto de sociedad moderna no deducía, no, que no existiera la ley racional de supervivencia –o de identidad animal-, sino simplemente que no eran conscientes de ello de una manera contextual.

La razón es tal conciencia -o un nivel evidente de conciencia- que permite advertir más realidad; por lo tanto, la sociedad no desencadena o suma tan sólo prejuicios, pues suma también intuiciones (predisposiciones cognoscitivas) a los habidos instintos (impulsos genéticos), no descartándose los actos conscientes que prosperan siempre a través de conocimientos de la única fuente o materia prima que hay: la de la realidad, no la de la nada.

También, al respecto del entorno –o de la realidad-, la "naturaleza" se ofrece -algo que le es propio- con una perfección no equilibrada conforme a nuestro desequilibrio o ideal por superarla, porque mantiene un equilibrio suyo ante todo (en homeóstasis), no ante alguien o ante un pedante, no ante cualquier conveniencia particular o ante cualquier supuesto acontecimiento.



(*) El estructuralismo sería menos erróneo si considerase el aspecto de la estructura "en la realidad", no que ésta la restringiera a estructura sin más.


2. VERDAD Y REALIDAD


La razón es la capacidad que tiene un ser humano –o un ser vivo- para ser consciente de sus conocimientos, por lo que los ordena, los clasifica y los relaciona entre sí; y, en función de eso, no los aísla consecuente con una " interrelacionalidad ", sino los depara, los guía como un instrumento activo –abierto y no cerrado- para que sean continuamente ajustados a lo real.

Por cierto, como resultado es así, una coherencia –o que alcanza siempre una coherencia- y, a la vez, un medio porque prevalezca en el tiempo, debido a que se abre cada vez más una ventana para quien la abre, una ineludible conciencia de que existen partes y más partes de la realidad.
Pues, hacia esa suma la verdad está vinculada, no hacia un fijismo –dogmatismo- que la detendría al momento para alimentarse de ella misma de forma autotélica o telocéntrica .

Quizás, sí, sería suficiente decir que la verdad es lo que se refiere siempre a la realidad transcurriendo y así, como ésta transcurre, deben ajustarse a ella por obligado unos conceptos que la aludan, esto es, superarse a sí mismos.
Lo que corresponde a lo que es real es la verdad porque, ésta, utiliza conceptos no-irreales sobre todo.

Por ello, el concepto de familia, como ejemplo, atenderá además a la realidad de lo que "ahora" vive y amplia o discierne a su realidad transcendida, en su plano individual, social y jurídico, y no sólo en su intensificado y "sublimado" plano reproductor y teológico(1); en cuestión porque, una "verdad abierta" a ser correspondencia de la realidad –si no es íntima o irrelevante socialmente- siempre significa un beneficio a largo plazo, pues equilibra a la sociedad en pos de un entendimiento, de una integración, de una paz.

De esta forma, en tal consonancia, el verdadero "intelecto abierto" –o la razón que implica- selecciona y hace públicas las verdades relevantes: las que han logrado superar un error preestablecido durante un dilatado tiempo; puesto que la verdad corrige, evidencia primero cuál era el error, lo demuestra como error, lo señala o lo advierte en virtud de no justificárselo a la aptitud-actitud humana y, así, luego motiva o provoca una evolución conforme a la que también posee la naturaleza.
Verdad activa, por ello, equivale a una asunción de errores.

El intelecto, ahí, ciertamente actúa con lo que ha adquirido; pero, veamos, ¿le influyen unos principios sólo sociales o culturales?
Aunque pensamientos apegados a la sociología, al estructuralismo y a la etnolingüística sostengan que sí, el ser humano tan sólo sobrelleva esa carga; en concreto, además de cognoscitiva, propulsora de conocimientos -que promueve siempre alcanzar diferentes conocimientos-, pues la sociabilidad es también comunicación, adquisición de conocimientos.

Es inútil defender, sin más, que la cultura los utiliza cerradamente(2), puesto que primero los busca, los halla en contrastación a los que asimiló –y más tarde o más temprano los halla ya lo más objetivos o lo más completamente objetivos como conocimientos-.
Por ejemplo, de si la Tierra es plana o es redonda parte de la objetividad del reconocimiento de la existencia de la Tierra primero; luego ya se demostrará poco a poco lo demás.
He ahí el primer saber sustantivo, el de la evidencia, en el cual se engendra el saber coherente, con y desde aquello que se cuenta –no considerándose eso estrictamente un comienzo ontológico, sino un "a priori" para que constituya realmente una búsqueda-: este es el " logos " identificativo de lo evidente.

En ese contexto, de entrada está el discernimiento de lo contingente (algo puede ser y también no ser una existencia); de manera que atiende a un "si o no", a lo axiomático sustantivo, a un saber sustantivo incidido por un saber condicional.
Así, si algo es, al instante queda sujetado por el "Principio de no contradicción".
Bien, pero además puede ser posibilidad de lo necesario, de que el "algo" pueda ser necesario directamente para otro algo; por lo que al instante queda sujetado por el "Principio de causa-efecto", pues "algo" implicará una conjunción en donde ya se inicia el saber adjetivo o discursivo ( Leibniz diferenció esto, la verdad contingente –de hecho- de la verdad que luego la aplica la razón para lograr otra necesaria). Es decir, si algo existe ya, tendrá sus causas, tendrá sus efectos gracias –siempre- a sus relaciones.

Por supuesto, desde tal consideración actúa el saber discursivo: el analítico, el que verifica sus propuestas o sus adjetivos por inferencia –el que "salvará" sus hipótesis en cuanto a que "busca"-.

Sí, es cierto también que este saber discursivo ha justificado una tabla rasa frente al "a priori" eludiendo al conocimiento inmanente con arreglo a que prevalezca sólo un pensamiento revelador del hecho como un resultado junto a su accidente cultural y, por ello, se ha opuesto por sistema –al margen de lo coherente- a un orden(2), a una base del saber mediante el aforismo o la digresión.
Así, mientras Nietzsche dejaba sin efecto o irrelevante "lo aprendido", Heidegger lo destinaba a lo que exclusivamente incumbía al sentimiento existencial humano, como restringido a una experiencia poética.

Por su lado, Hume, propugnó que la razón no cuenta con principios innatos; para él el "Principio de causalidad" deviene de una "sucesión constante" (la costumbre de experimentar hechos sucesivos nos "detiene" para esperar un acontecimiento), no una "conexión necesaria".

Sin embargo, por el contrario Kant elucidó al fin que el "ser" entiende porque la realidad ya le es propia, con un "a priori", con unas "categorías de entendimiento" –por ejemplo, entiende lo superior y lo inferior o lo que le supera en algo-; desde luego, vivir será experimentar pero, este experimentar, evidente es que cuenta con unas capacidades inevitables en su ejercicio, con una condición natural insoslayable sin duda como información, es decir, cuenta con un pasado de coherencia natural en suma: un "algo dado".
Entonces, el aprendizaje aprende con "lo dado", "lo dado aprende" –pues la nada es muy difícil que aprenda-.

En los mismos términos, sí, el que aprende es el que se remite a la experiencia, él como realidad de antemano; y él adquiere una conciencia, una razón. Subsiste, pues, la razón en lo vivido, no sin lo vivido.
Advirtiéndose esto, si la razón es conciencia y la conciencia la acrecienta la experiencia –por ejemplo, el que ha pasado hambre es más consciente de lo que significa pasar hambre-, entonces, un animal no está exento de tenerla en un mínimo nivel; luego todo animal es racional en la medida en que aprende.
Porque sencillamente, si la racionalidad fuese un "sistema mágico o improvisado", la arquitectura egipcia debería haber sido totalmente diferente a la maya, y no es así; es decir, si la cultura determina solamente la razón, de modos diferentes hubieran razonado un egipcio y un maya, empero habían aprendido una equivalencia racional no muy alejada de la que posee la misma naturaleza, la que proyecta la conciencia del medio que la organiza (la seguridad es una razón natural, igualmente el descanso, la percatación de lo que es diferente, de lo próximo, de lo superior, etc.).

La razón, con ello, es el efecto de la conciencia y, ésta, ordena o guarda en un orden –no en un caos- las verdades –o conocimientos- en función de las que ya son evidentes y de las que le son luego necesarias.
"Hay que acabar con el hambre en el mundo" –por ejemplo- es necesario para el bien común, por lo tanto es una verdad, pero aún no es un hecho, sólo corresponde a una verdad imprescindible para la supervivencia real de una sociedad ética o solidaria.

Por cierto, la verdad de hecho es diferente y se mantiene taxativamente.
Entonces, si toda verdad atiende a "A es verdad si A existe físicamente o si es un estado psicológico que se desea y se necesita no perjudicando al bien común", la verdad de hecho atiende a "A es verdad si A existe físicamente".

No obstante, antes de un saber discursivo o analítico o adjetivo, la verdad ha de presentar su base sustantiva o de identificación a expensas de "A es A si y sólo si A es A"; pues, después de ahí, en un juicio "analítico o profundo", la verdad corresponderá a la verificación de su propuesta sujetada en "A es B siempre y cuando B sea propio de A".
Por ejemplo: "Un animal es carnívoro siempre y cuando éste coma carne" .

El juicio racional entra, por supuesto, en la pretensión analítica de la razón tras advertirse que el objeto del juicio existe (luego existe una verdad imparcial). Al respecto, Russel afirmó: "está claro que la verdad o falsedad de un juicio dado no depende en absoluto de la persona que juzga, sino solamente de los hechos sobre los cuales juzga".
El juicio racional, por ello, ha de ser imparcial sobre ése que se difunde de forma arbitraria; por lo que sortearán prejuicios o se someterá todo conocimiento a una verificación coherente, a una comprobación continuada de que son coherentes todos los elementos que proporciona como juicio racional: "La proposición A es coherente si son coherentes los elementos que conforma o le son propios".

Por último, aunque no estoy de acuerdo en mucho de lo que defendió, señalaré esta frase de Wittgenstein : "El resultado de la filosofía no es un cierto número de proposiciones filosóficas, sino el hecho de que las proposiciones se esclarecen" –lo que es aplicable al saber en general-.

Un ser humano, en su decir, propone mucho, proposiciones con más o menos verdad o totalmente imaginarias o que ya ha distorsionado deliberadamente, pero TODAS pueden ser confrontadas con reglas coherentes que YA nos da la realidad; y eso supone, claro, un resultado para apoyar en dignidad racional a unas y a otras no.




(1) Jacques Derrida quitó credibilidad al concepto por haberle creado un alma-cuerpo pero en dualidad irreconciliable: su significante y su significado. Pero no comprendió que, si la realidad cambia para que sea real, los conceptos lo hacen con toda naturalidad para extenderse en la realidad.

(2) Lévi - Strauss , por su parte, opuso la naturaleza a la cultura; como si una representase el bien y otra el mal, algo bastante exagerado.



José REPISO MOYANO

LENGUAJE Y VERDAD EN LA REALIDADfue escrito en el año 2004 y publicado en:

Revista de pensamiento Cyber Humanitatis

Revista de psicoanásilis Topía
Instituto de Ciencias ICALQUINTA
Revista de Pensamiento SE PIENSA
es.wordpress.com/tag/r-lenguaje/

Revista de transdisciplina Con-versiones

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Cyber Humanitatis :
http://www.cyberhumanitatis.uchile.cl/CDA/indice/0,1495,ISID%253D499,00.html
http://www.cyberhumanitatis.uchile.cl/CDA/texto_simple2/0,1255,SCID%253D14069%2526ISID%253D499,00.html
http://www.cyberhumanitatis.uchile.cl (nº31)
Artículo relacionado:
www.devaltmedia.com/hhumanidades/pensamiento/04voluntad.htm

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