domingo, 12 de octubre de 2014

ELEMENTOS DE LA REALIDAD ******************************************************************************

Por voluntad a todas las personas les gusta exigir una responsabilidad, la exigen por aquí, la exigen por allá, porque… no todo es válido socialmente.
Un informador exige, en fin, al maestro de su hijo una buena educación; no que le diga que “la Tierra es plana” al no haber alguna prueba en ello ni tampoco que “los hombres y las mujeres no tienen los mismos derechos”. En realidad, ése, exige una veracidad, lo que está más cercano a la veracidad, lo que posee más pruebas de veracidad o lo que presenta una contundencia evidente de veracidad como lo absoluto de que “a él le es propia la voluntad”: pensar y sentir por sí mismo.

Así, nadie siente por él, nadie piensa por él, por lo que “él es él” se mire como se mire, se valore como se valore, se marche a donde se marche: es un absoluto ser, es un componente entre muchos que permite imprescindiblemente que un contexto exista como tal.
Para que exista la lluvia, por ejemplo, debe existir absolutamente agua, debe existir absolutamente calor que la evapore, debe existir después absolutamente un suficiente frío que la licúe. Luego... para que existan procesos, para que existan desarrollos, para que existan en definitiva existencias –acciones-, son obligatorias “cosas imprescindibles”, absolutos, bases, propiedades, condiciones que sustentan ontológicamente el mismo existir.
Y no es porque a mí me guste, sino porque es continuamente demostrable; siempre, para que exista un “algo” ha de existir otros “algos” por los cuales existe la acción, el movimiento, la diversidad, no un algo sólo fijo –que no podría existir al no accionarse como acto o hecho- sin movimiento.

Al par de eso, teniendo en cuenta que cada "cosa" –imprescindible- es un componente de la diversidad, no le puede ser un componente de sí y no a la vez, sino de sí, pues cada cosa es innegablemente absoluta: que sostiene a otras, que “hace que otras existan” por muy pequeña o despreciable que sea.
Luego si no pueden prescindirse las cosas, luego si no pueden restringirse, luego si son fundamentales y no sustituibles, son absolutas para la realidad –aparte de que cuatro iluminados se hayan imaginado lo contrario-.

Claro, antes de cualquier sabiondo o equivocado meramente, las cosas son las cosas y presentan en sí su larga historia que las defiende, “sus existencias” gracias a que no les afecta la mentira de quien las niega gratuitamente en pos de sus cabreos, de sus celebraciones emocionales o de sus banalidades (si no reconoces el hambre, ¿cómo vas a reconocer a los que pasan hambre?; si no aceptas a tu madre, ¿cómo vas a quererla o apenas respetarla?; si no intentas CONOCER el paludismo, ¿cómo vas a "curarlo en ti" o evitarlo algún día?; si no reconoces a ése que demuestra razones con miles de esfuerzos, ¿cómo vas a respetar a la razón y, por tanto, a cualquier principio ético que está fundamentado en la razón?, eso precisamente es una falsedad absoluta del respeto).

La cosa-en-sí no es algo que con sus elementos construye la realidad –al modo de empresa-, sino que sus elementos son fundamentalmente transmisores o congénitos de ella, puesto que son los antecesores, los que funcionan como base, como “a priori”, como “guía” ineludible.
Quiero decir, el ser humano no es una empresa que elige el material, que elige la realidad, que la dispone, que está muy por encima de ella, gobernándola, determinándola, reduciéndola, sintetizándola, no, más bien todo lo contrario: los elementos “ya predispuestos” en un contexto real derivan, proyectan, posibilitan ellos mismos con la ayuda de principios físicos “resultados” que, sin lugar a dudas, no “aparecen” caídos del limbo al ser “porqués”, conducción de “lo que hay”.
Por lo cual, “lo que hay” no lo conduce, no lo delibera o no lo impone un sujeto, sólo lo adquiere, lo conforma de… lo fundamental.
No existe un “epojé” que dirija el mundo, que mande, que se ponga por delante y por encima de todo excluyendo asimismo lo fundamental, no, nada es reducible cuando en realidad es intrínsecamente necesario, primordial o elemental.

Con sus capacidades el sujeto no constituye en verdad nada, no constituye al sujeto como objeto, sino es la propia realidad la que lo constituye como “resultado-sujeto” de la “exterioridad-objetos” en donde cada objeto es una potencial acción sobre él; esto es, el sujeto no es decisivo por sí mismo –con una varita mágica-, el que decide qué debe ser entre la realidad puesto que, en el fondo, no puede excluir nada de lo fundamental y absoluto que lo “hace” un resultado, y también... fundamental.

Las cosas no “aparecen” en el sentido de que la “aparición” se ha extraído desde un principio de lo mesiánico, mejor, de lo religioso, de lo mágico, de lo imaginario.
Pues, así, ajustado al contexto epistemológico “aparecer” denota una acción separada, divorciada, de la realidad: aparece algo “de golpe” sin causa, aparece algo desde “otro mundo”, aparece algo que no se encuentra, que no se encuentra en la realidad: Si “éso” aparece “ahí” es que, ante todo, no estaba ahí, es lógico, demasiado lógico.

Al igual ocurre con lo “aparente”: a cualquier cosa, a todo lo que no se conoce bien se le llama “aparente” como ajeno a la realidad, extraño cuando, en realidad, no se conoce, no se reconoce aún su naturaleza propia en el devenir de la realidad.
En fin, las cosas no “aparecen”, ya estaban allí donde bien estaban. América no se le apareció a Colón, ni siquiera “de golpe” en tanto que sólo vio una isla no correspondiendo, claro, a todo el continente; vio primero una isla –que no significa conocerla-, mas luego, paulatinamente, fue comprobándola, digamos, acercándose a su… “más realidad”.

Otro ejemplo, cuando un ser humano conduciendo un coche ve a otro coche dirigiéndose a él en dirección contraria no ve “de golpe” una realidad, sino que “ya conocía” la realidad de conducir un coche, también de mucho de lo que implica conducirlo. Luego, todo ser conoce –“para serse”- absolutamente realidad antes de comprobar “más realidad”.
En efecto, ese conductor no puede decir a lo que salga o con retorcidas ideas de manipulación que no conoce en absoluto realidad, sino que conoce realidad de una forma infinitamente absoluta para actuar, porque… pueda actuar, y precisamente lo mejor ante esa situación, a la cual está en mucho ya preparado -en conocimientos de realidad-.

Veamos, ¿cómo ha de moverse algo sin conocer moverse?, ¿cómo puede existir algo sin conocer existencias?, ¿cómo puede un tonto volar si no existen los vuelos?, ¿cómo puede un médico curar si no conoce nada?
Dejémoslo claro, ya existir supone una cognición o una inherencia cognitiva de las reglas de la realidad, de sus conocimientos, se quiera o no se quiera.

Cierto, así es, toda acción sobrelleva el objetivo de actuar con aforo a sus disposiciones o condiciones reales: algo actúa porque algo de aquí, algo de allí, algo de allá y el carácter contextual, sobre todo, lo condicionan –lo enseñan, lo dirigen- para que sepa actuar inequívocamente en muchos aspectos.
De manera que, siempre, las disposiciones que les ha dejado su “a priori” –ya hechos, ya acciones- son los objetivos de fondo o de raíz de su realidad; quiero decir, los que absolutamente han sido realidad y su sustento. Siendo absolutos porque, si no lo fueran, él no existiría.

Cada ser, cualquiera, HA CONOCIDO PREVIAMENTE para actuar a expensas de que es en sí mismo, “per se”, una morfonomía, una viabilidad de lo continuo, una delimitación –por principios del movimiento- para actuar: para un sujeto todo no le es “actuable” de la misma forma.

En virtud de eso, cada ser no es su propio arquitecto, con su orgulloso título de arquitectura muy bonito, ni siquiera es una perspectiva particular de arquitectura, sino se remite a una arquitectura de orden general o existencial y, luego, contextual –en donde le son “suyas” también características, por influencias de acción, de muchos sujetos-.
Por lo cual, un ser humano no es nunca una perspectiva –porque tendría que ser un ser plenamente independiente para dimensionar tal perspectiva en pleno, o sea, fijo (1) que no existe-; correspondiendo a que su interacción cognoscitiva posee tantas perspectivas como acciones posee acaparadas, “conocidas”.

Otro asunto es su perspectiva emocional; ahora bien, nunca ésta supone una única perspectiva, sin duda, porque es susceptible –y ha sido previamente dispuesta, predispuesta- a hechos, hechos objetivos, hechos tan inapreciados por algunos como el calor, el frío, la sequía o la concordia familiar.
Luego las emociones se encuentran vinculadas directamente a hechos múltiples variables de un día a otro, no a un hecho que dicta o determina un “punto de vista” (2) de emocionalidad inamovible, sino a hechos que no se pueden evitar, o sea, que son hechos muy bien hechos –ya hechos y derechos- que instruyen y realizan y dan al sujeto.

Las emociones, "defensas", respuestas propias que han proporcionado el dolor y el placer, reacciones vitales de la experiencia, sí, transmiten, “dicen” efectos de compatibilidad y de adversidad de un sujeto antes de que esté o no esté en sociedad, en cuanto que siempre sufrirá o sentirá placer -aunque no esté en sociedad-.
Por ello, actúan en o desde la antesala de “un lenguaje interno” hacia el “otro” aunque posteriormente lo pretendan con una común comunicación; quiero decir, el sentimiento es la expresión –el desahogo- del ser vital, y no precisamente es un mensaje seguro y decidido hacia “otro” ser semejante a él, sino hacia todas direcciones e, igualmente, hacia sí mismo: es la identificación de su dolor, de su esperanza o de su placer.

En sí el sentimiento es algo intrínseco, inevitable a la vida (vivir ya es “sentir vivir”), de autoidentificación y de autoprotección (y se defienden elementos en el entorno "que se consideran propios" por "roces" que la misma experiencia da).

Después, en sociedad, se instalan valores sociales (como añadidura y, he ahí, que ya el sentimiento se queda socializado con ellos), para que se admitan “con voluntad” por los demás (“ad judicium”); estos son ideales que se sustentan por comportamientos comunes que deben seguir unos seres para que sea propicia una mejor comunicación y convivencia.
Pero... el valor tampoco es un sólo “punto de vista”, pues únicamente se engendra dentro de la sociedad y, puesto que la sociedad ya es una voluntad de seres, los valores "emanan" intercomunicados, influenciados por el hecho social o múltiple -que va transcurriendo o evolucionando-.
Si se quiere comprender, habría que hablar de “punto de vista social” pero, como cambia de un día a otro, entonces sería “el punto de vista social cambiante” pero, como la sociedad ha derivado asimismo de la naturaleza, entonces sería “el punto de vista social cambiante del punto de vista de la naturaleza cambiante” pero, como la naturaleza deriva de un planeta y de un sistema planetario, entonces... ¡perdonen!, no voy a seguir por este camino que no es más que estúpido.
Por ejemplo, en un contexto social, por error un informador de asuntos bursátiles ha dicho en un medio de comunicación que al dinero (3) cada uno le da el valor que quiere, lo ha dicho a ver qué pasa. Y no, no es cierto en cuanto que el valor simbólico del dinero procede del valor fáctico –social- del trueque, del cambio de cosas entre un ser humano y otro. Luego deriva de… hechos y es consecuentemente absoluto a hechos –sociales-. Quiero decir, un ser humano no cambiaba la Luna por una herramienta -eso nunca se lo enseñó la naturaleza-, sino un hecho “con pelos en el pecho” –algo hecho- por otro hecho; y con valor porque lo exige una sociedad (la sociedad es contenido de valores sociales, se basa en que se tiene que valorar “por la fuerza” lo social, porque lo vives, porque sencillamente vives lo social).
Aun así, consideraba... que el trigo era trigo y el agua era agua: el valor al hecho del trigo y el valor al hecho del agua. Es decir, el dinero se remite de una forma u otra a hechos fundamentales de subsistencia de la sociedad y es, también, un valor absoluto de la economía (sin él no existiría).


En definitiva, cuando se valora sobre algo que existe en una sociedad todos quedan condicionados desde un principio al hecho por el cual se sustentó ese valor (valor tiene que ver, al respecto, con la “importancia” y ésta existe claramente en todo); y al instante se comprende porque nadie utiliza el dinero para que las aves vuelen más, no, sino como un valor de cambio (de “para que tú sobrevivas y yo sobreviva, vamos absolutamente a hacerlo”) o, a veces, de… cambio social cuando lo que se pide al ofrecerlo es que te cambien situaciones de la sociedad, en compensación necesaria.


Sin embargo, al dinero no se le puede dar un valor de amar, el amor se da primero con caricias, con atenciones, con sentimientos, etc. Sí, cada cosa en su contexto, he ahí que no se le puede dar el valor que uno quiera corriendo o con prisas, ya que lo que es imposible es imposible, o equivocado.



(1) Nada puede ser fijo para "existir por sí mismo" porque carecería, en esencia, de sustentación en algo con el fin de ser "acto": hecho existencial.
Lo fijo, que no existe, se lo ha imaginado el ser humano para manipular emocionalmente a los demás.

(2) En anteriores ensayos ya reprobé la existencia del “punto de vista” como algo heredero del fijismo o de la "tradición inamovible" o de la superstición (lo único que es inamovible porque, sencillamente, es irreal); o sea, se piensa que "tú" tienes un punto de pensamiento cuando, ya como rotunda evidencia, obligatoriamente mañana tienes que pensar algo distinto por lo que te condicionan sus circunstancias sin que puedas hacer nada, eso es, te condicionan y te obligan a tenerlas en cuenta: todo cambia, todo se... mueve.

(3) El valor del dinero es una derivación fáctica, absoluta.


Nota.-
Todos los seres vivos tienen sentimiento, "sienten" su "vivencia" en "afectos" y "desafectos" -o miedos- que todos poseen.
Un animal sufre si tú le hacer sufrir, y no sufre por ti si no le haces sufrir.
Todo golpe que se realiza a un animal, éste lo sufre de una manera infinitamente absoluta, y es demostrable con todas la pruebas que tiene la razón o la ciencia.
Un animal sufre si le haces sufrir, y no sufre por ti si no lo le haces sufrir. Y, si te odia luego, muy bien que hace porque, encima que lo maltratas, quieres al momento imponer o dictarle sus reacciones o consecuentes emociones absolutamente legítimas y absolutamente naturales.
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viernes, 12 de septiembre de 2014


VOLUNTAD Y MORAL



Primeramente, la emoción -reacción vital- no es lo mismo que la moral -referencia simbólico-social o trascendente-, puesto que ésta última es un producto conseguido hasta un presente, no desde el mismo hecho inherente a un ser vivo, sino desde un hecho añadido o social; y, si existe el hecho social, es inevitable, inesquivable, la moral (*). Luego, en el ser humano, la emoción o la impresión sensible no es de la misma índole que la de la naturaleza, sino vinculada a valores morales, se quiera o no.


El arte no es accidental -como propugnaba Hegel-, por razón de que es identificativo de lo que ha vivido junto a lo que ha convivido o le ha influido la sociedad. Deduce esto que Croce estaba en el error al sostener la intuición artística anterior a lo intelectual, en cuanto a que el arte requiere una "predisposición" o maduración intelectiva previa, ideada, y no de un estado independiente, desconectado o hecho "de repente" desde la nada.

Más claro, la impresión sensible sobreviene tras una predisposición simbólica del sujeto junto a otra cultural con respecto a las cosas: el ser humano ya cuenta con un instinto condicionado.

Entonces lo moral -significado idealista- no depende de una voluntad como decía Nietzsche, sino de un estructuralismo vital, es decir, de un producto donde, por ejemplo, sí se podría transformar voluntariamente el tallo -comparándolo con un árbol- con un injerto o sucesivos injertos, pero no las raíces ni las funciones inherentes al mismo "ser árbol". Conforme a que es así, no se pueden instaurar todos los valores nuevos, sino los posibles. La voluntad no puede empezar absolutamente desde cero, empezar de nuevo, ya que empezó y nada posee dos principios al mismo tiempo: corresponde cada cosa a un principio u origen por generarse y, otros desde su desarrollo, dependerán de él, de las consecuencias que ha conllevado.

Nietzsche se equivocó cuando basó el conocimiento en el hecho emocional, porque el hecho emocional no es un hecho aislado, autoconstructivo totalmente, sino construido del entorno, como elemento que es de él. Sentirá y pensará lo que el entorno le deja y, por eso, lo hace. No se puede pensar con lucidez que no le llega la realidad o que no aprehende la realidad, puesto que ya es realidad, un hecho por ella o a merced de ella en usufructo. El ser humano no es, enfrente, algo en vez de la realidad, no, sin duda que no, sino es algo que sobrelleva la realidad, pues, todo percibe realidad irrefutablemente, interacciona con y dentro de ella, se construye por ella.

El hecho de que cada uno interprete de una forma diferente -porque existe lo anteriormente dicho de la condición social- no significa que uno percibe de la realidad, otro de la irrealidad y otro de la superrealidad, no, lo que significa es que cada uno acusa unos valores sociales más que otros, pero esos valores son y están desde y en la realidad.

Nietzsche, muy dejado por la irreflexión o por la reflexión sólo a favor de la pasión, sostuvo que el ser humano pasa por un "espíritu-niño" -sin valores morales-, después por un "espíritu-camello" que aguanta unas obligaciones morales, después por un "espíritu-león" para forjar una libertad y, después, debe volver al "espíritu-niño" que es la verdadera madurez según él. Sea como fuere al "espíritu-león" lo vivido no se lo va a quitar nadie y en tal grado que, estando, no va a volver al estado niño que no representa madurez de vivencias, ni porque le guste.

Aún más, si tanto asusta ese "espíritu-camello" con sus cargas morales pensemos, en cambio, que no existiera, que sólo niños existieran en el mundo. Bien, deduciría esto primero que los niños tendrían que asumir lo que los adultos hacían por ellos, esto es, tendrían que responsabilizarse tan pronto como convivieran o tendrían su correspondiente "espíritu-camello" inevitable en su correspondiente tiempo vital -no se puede engañar con fantasías-.

En rigor como conclusión, la percepción sólo percibe realidad -no toda, por supuesto: su cantidad depende de una mayor capacidad y de una mayor atención o voluntad-; una vez percibido lo percibido el ser humano puede fantasearlo o no, pero lo utiliza inesquivablemente para valores sociales -que existirán gusten o no gusten-; una vez utilizado como valores sociales, cada individuo valorará la realidad en virtud de los valores que más acusa -el que unos valores importen más que otros depende sobremanera de una educación social, de sus recursos educativos-.

(*) Es una definición incorrecta la que dio Nietzsche a la moral como interpretación de los afectos, pues, nuestros afectos ya moralizan -al no ser puramente instintivos-, son morales: inductores de "algo que hay que hacer" común en toda ordenación o disciplina o forma de organización social.


JOSÉ REPISO MOYANO
ENSAYO:
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LENGUAJE Y VERDAD EN LA REALIDAD


1. LENGUAJE Y REALIDAD


Según el estructuralismo el ser humano como tal no existe porque su base conceptual originaria ha cambiado de modo que ahora o en adelante sólo se concibe un resultado cambiante por una cultura social, y esto quiere decir que comporta toda verdad una estructura. Lo verdadero del ser humano anterior es irrecuperable en cuanto a que "ahora" es un resultado o algo distinto.

Ahora bien, ese "algo distinto" ha trascendido y, en efecto, la verdad ha trascendido de lo que fue –no de lo que no fue- pero, además, se ha superado a sí misma –lo que supone toda adaptación o evolución- desde el contexto natural, no desde el exclusivamente simbólico.

Sí, en cuanto se habla de lenguaje a veces se extrapola a que es un condicionante que lo ha determinado todo, incluso toda verdad o noción de realidad. ¿Es eso así?
Por el ser humano la verdad está dicha de una forma lingüística que expresa proposiciones –informaciones verbales o formales-, luego "toda teoría de la verdad de las formas lingüísticas tiene que presuponer la teoría previa de la verdad de las proposiciones" –como decía Sellars -, salvarse de su puro lenguaje.

Pero, el lenguaje forma parte epistemológicamente del mismo conocimiento –del transmitirlo-, o sea, si existe el conocimiento es porque sólo se transmite ya sea por una vía primitiva del lenguaje o de otra en cuanto a que un ser vivo es receptor de informaciones que les transmite –o inevitablemente le ofrece- el entorno; esto es, el conocimiento no está sin el sujeto, sino está "dándose" al sujeto o el conocimiento está haciendo al sujeto, por lo que está predispuesto para él.

Digamos que, del mismo modo que la autorregulación está predispuesta para un ser vivo, el conocimiento es un resultado progresivo de una interacción de ese ser vivo con el entorno; por ende, esa autorregulación -natural- se encuentra reglada en coherencia comunicable con la existencia real del medio.

Al lado de esto, la mente humana -en su potencial inconsciente y consciente- construye un sistema propio a través de la cultura que a su vez le favorece la socialización; sin embargo, la naturaleza -por su parte- también lo hace con una "cultura natural o evolutiva", adaptativa.

Más claro: todo sistema depende –"subsiste"- de lo que le ha permitido trascender o… expresa su pasado, puesto que tal es una expresión que ha adquirido "continuamente", no que "ahora" ya tiene desde la nada o irrealmente.

A razón de esa inherencia, es cierto, sí, que ningún saber puede pretenderse desde un punto cero o "hacer tabla rasa" sin contar con lo anterior; luego el ser humano no es un ser "arrojado ahí", aunque sea un resultado único conceptualmente, sino –en consecuencia- trascendido ahí. Pues el resultado único no es lo objetivo (Dios, el monoteísmo, es un resultado único), más bien el resultado trascendido por una coherencia o significación coherente. Y, ¡ya!, esto no implica la imposición de un comienzo, no, únicamente la advertencia de causas coyunturales o cíclicas que infieren al ser y a su lenguaje.

Así, desde luego, la filosofía hermenéutica – o la etnolingüística- puede considerar que representa o interpreta o "dibuja" la realidad a partir de mitos, del arte o de los símbolos; pero eso denota o atiende a demasiado, a demasiado o exagerado simplismo: el lenguaje no representa sino es, ya es un resultado real de la realidad, y es la predisposición que le han permitido también esas opciones.

El concepto -o el símbolo de cualquier índole comunicativa- es el único puente para "decir la realidad"-como lo tienen a su modo todos los animales-, y esto conduce a establecer que ni siquiera es o puede considerarse como un “puente”, en cuanto a su inherencia que comparte la misma realidad.
Por ello, para que exista el conocimiento, y el consciente que evidencia el ser humano, primero habrá que decirlo –en eso consiste-; porque "ser consciente de la realidad" –lo objetivo- implica reconocerla y, este reconocimiento cualitativo, aumenta con un mayor y coherente lenguaje por adaptación (así, en los demás seres vivos, existe un reconocimiento primitivo o conciencia connatural, pero tal conlleva más objetividad al no ser vulnerable por... la sugestión).

Bien, en el conciencismo de Berkeley se señala o se argumenta que "yo soy" y, puesto que reconozco que soy, ya estoy más capacitado "para la conciencia".
El concepto capacita, sin lugar a dudas, por ser -en el lenguaje- un instrumento capacitador de advertencia de la realidad, y de la nueva realidad. He ahí " Esse est percipi " ( Berkeley ): eso es reconocido como realidad, no como nada, sino como "algo" dicho, advertido.

Conforme a tal adquisición de capacidad consciente, el ser humano percibe –o admite- antes lo que más necesita ("naturaleza necesitante ") y adapta su lenguaje para ese fin –aunque no sólo para él-; por lo que se sujeta por eso a necesidades –culturales o individuales- y crea... necesidades.
No de balde, en cuanto a que le sirve como una eficaz integración al entorno: se alía con otros beneficiarios de ese nivel consciente de realidad y de cultura – a favor de leyes comunes, de servicios compensatorios, etc.-. Lo que converge en una "estructura cultural", en una estructura-objeto que le condicionará siempre.

Sin embargo, antes de esa carga de nueva cultura adquirida, con él aún conviven sus instintos, sus sensaciones, pues lo concreto en adaptación es el acto del sentir junto a la capacitación para lograrlo; por lo cual, el ser diferencia, eficazmente concreta "una verdad" –o "verdades" u objetivos- con respecto a lo que recibe o con respecto a un percepto que ya recibió: tal verdad la advierte antes de "determinarla" su misma simbología –que, sin duda, actuará progresivamente-.
A saber, los sentidos propioceptivos –con los que cuenta a priori- le conforman caracteres físicos o reales de un hecho como la fatiga, la orientación, el ritmo, la distancia, la humedad, el peso, etc. Entonces, con eso, experimenta y madura a través del medio -por sobrevivir- corrigiendo y consiguiendo una adaptación; y mínimamente es posible si se corrige con respecto al medio, es decir, con respecto a "lo real" que habrá de conocer primero –y de discernir, por lo que se sintetizará en forma " gestalt "-. Así, con su conocimiento, no con su desconocimiento, antes de ser simbolizada una sensación, se hace propia una sensación instintiva, de espontaneidad instintiva frente al acto más lento y reflexivo de... la racionalidad.

De antemano, percibir no, no es razonar, pero conduce a razonar (la bipedestación no es razonar, pero conduce a la cerebración); lo adquirido podrá ser más o menos innato, pero parte de las capacidades adaptativas hacia lo que existe, hacia lo que comporta y exige un medio que, asimismo, evoluciona.

Un ser humano imagina, sí, no obstante siempre después de ver una imagen; luego habrá de percibir la realidad primero: como prioridad.

Por eso, siendo verdad que en una cultura la sugestión deforma -sugiere una determinada organización perceptiva-, también la inevitable racionalidad desmontará ese error con posterioridad mediante su mayor conocimiento o conciencia.

Sólo la razón corrige lo que la sugestión y el prejuicio fijan involutivamente.
Por ejemplo: si el tal prejuicio le dice a un pueblo que no debe conocer la realidad, aislándolo, la razón le demostrará que, a priori, es un mínimo conocimiento de la realidad pero –así-se niega a un mayor conocimiento o renuncia a esa capacidad, a ser sociedad (cuando un pueblo es por definición "sociedad").

En este contexto, sí, hoy en día hay intelectuales -que así se les llama- que aún separan el mundo de la realidad ("esto es un mundo", "aquello es otro mundo" defienden y no que "esto y aquello son partes del mundo", de la realidad), lo cual ciertamente confunde, por el motivo claro de que fijan con prejuicios "tu verdad", "mi verdad", "tu mundo", "mi mundo", "tu realidad", "mi realidad" y... no respetan -por lo menos- o no reconocen que vives la verdad y la realidad "que te toca", la que te impregna directamente del mundo. No, no complementan como todo lo hace en la naturaleza, sino que ellos –demostrándolo con hechos- "quieren ser" más soberbios o pedantes.

No obstante, el ser es el que vive la realidad –no el no-ser-, en la parte del mundo que le toca y, porque la vive, lo hace o lo construye sólo la realidad, lo dice con sonidos o sin sonidos, así o asá pero, "ese decir", dice la realidad desde un primer momento instintivo para ser, luego, un logro más consciente si -de verdad- se atiende a esa conciencia o a ese conocimiento mayor.
En este sentido, es falso que el signo ya por hecho –como lo establecía Ockham - se separe de su referencia significativa de lo real, porque equivale a su interacción con ella.
Lo real, sin duda, si no advierte su presencia, no interacciona con el sujeto real; y, con ello, el sujeto sería irreal, no existiría. En efecto, es así, para interaccionar debe siempre coexistir una predisposición inevitable, que asumirá asimismo las reglas reales desde... un principio.

Conque el sujeto no meramente aporta la realidad, sino "comporta" ya la realidad; es un sujeto aquí conformado a partir de la realidad, consecuente prioritariamente con ella.

El atomismo positivista y el estructuralismo (*) por error aíslan al acontecimiento – en proporción a su relevancia conceptual- como finalidad por concebirse el suceso presente, pues propugnan que su estructura real "sólo funciona" ahí bajo unos muy restrictivos factores culturales -o de acontecimiento-.
La realidad, para estas posiciones filosóficas -también con sus determinados aciertos-, "es" lo que "ahí sólo es" o se ha permitido que sea; las raíces, las condiciones y las capacidades que hasta ese "ahí" se llevan poco les importa (por eso, sus conceptos practican el truco de sorprender, de nacer, de iluminarse en el instante, convenidos esencialmente por unos datos culturales del… "ahí").
Sentencian sin más que, si es una estructura la realidad, el lenguaje nos lo organiza una estructura; ¡ah!, pero ¿quién organiza tal estructura?, ¿acaso el ser humano remotamente lejos del mundo y de realidad?, ¿no es acaso todo una estructura?, y si lo es, ¿cómo se pueden entonces aclarar ciertos conceptos con esa tan general condición?

Enfrente de eso, la realidad no es a secas una estructura para alguien por siempre, sino primero está en todo lo que existe, en el grado tal que confiere o conlleva o presenta un estado continuo de realidad, que lo deriva o lo difluye a todo lo que existe.
Es vano, es irracional el afirmar de improviso “aquí hay una estructura” en digresión con todo lo demás que "sutura", que cohesiona la realidad.

Por eso, sí, la cultura influye a la vez que, a la razón, no la incapacita para los mínimos logros que obtenga.
Que las "niños-lobo" (por ejemplo, dos niñas que habían sido criadas en una caverna de la India por lobos, descubiertas en 1920) no desarrollaran la razón en un contexto de sociedad moderna no deducía, no, que no existiera la ley racional de supervivencia –o de identidad animal-, sino simplemente que no eran conscientes de ello de una manera contextual.

La razón es tal conciencia -o un nivel evidente de conciencia- que permite advertir más realidad; por lo tanto, la sociedad no desencadena o suma tan sólo prejuicios, pues suma también intuiciones (predisposiciones cognoscitivas) a los habidos instintos (impulsos genéticos), no descartándose los actos conscientes que prosperan siempre a través de conocimientos de la única fuente o materia prima que hay: la de la realidad, no la de la nada.

También, al respecto del entorno –o de la realidad-, la "naturaleza" se ofrece -algo que le es propio- con una perfección no equilibrada conforme a nuestro desequilibrio o ideal por superarla, porque mantiene un equilibrio suyo ante todo (en homeóstasis), no ante alguien o ante un pedante, no ante cualquier conveniencia particular o ante cualquier supuesto acontecimiento.



(*) El estructuralismo sería menos erróneo si considerase el aspecto de la estructura "en la realidad", no que ésta la restringiera a estructura sin más.


2. VERDAD Y REALIDAD


La razón es la capacidad que tiene un ser humano –o un ser vivo- para ser consciente de sus conocimientos, por lo que los ordena, los clasifica y los relaciona entre sí; y, en función de eso, no los aísla consecuente con una " interrelacionalidad ", sino los depara, los guía como un instrumento activo –abierto y no cerrado- para que sean continuamente ajustados a lo real.

Por cierto, como resultado es así, una coherencia –o que alcanza siempre una coherencia- y, a la vez, un medio porque prevalezca en el tiempo, debido a que se abre cada vez más una ventana para quien la abre, una ineludible conciencia de que existen partes y más partes de la realidad.
Pues, hacia esa suma la verdad está vinculada, no hacia un fijismo –dogmatismo- que la detendría al momento para alimentarse de ella misma de forma autotélica o telocéntrica .

Quizás, sí, sería suficiente decir que la verdad es lo que se refiere siempre a la realidad transcurriendo y así, como ésta transcurre, deben ajustarse a ella por obligado unos conceptos que la aludan, esto es, superarse a sí mismos.
Lo que corresponde a lo que es real es la verdad porque, ésta, utiliza conceptos no-irreales sobre todo.

Por ello, el concepto de familia, como ejemplo, atenderá además a la realidad de lo que "ahora" vive y amplia o discierne a su realidad transcendida, en su plano individual, social y jurídico, y no sólo en su intensificado y "sublimado" plano reproductor y teológico(1); en cuestión porque, una "verdad abierta" a ser correspondencia de la realidad –si no es íntima o irrelevante socialmente- siempre significa un beneficio a largo plazo, pues equilibra a la sociedad en pos de un entendimiento, de una integración, de una paz.

De esta forma, en tal consonancia, el verdadero "intelecto abierto" –o la razón que implica- selecciona y hace públicas las verdades relevantes: las que han logrado superar un error preestablecido durante un dilatado tiempo; puesto que la verdad corrige, evidencia primero cuál era el error, lo demuestra como error, lo señala o lo advierte en virtud de no justificárselo a la aptitud-actitud humana y, así, luego motiva o provoca una evolución conforme a la que también posee la naturaleza.
Verdad activa, por ello, equivale a una asunción de errores.

El intelecto, ahí, ciertamente actúa con lo que ha adquirido; pero, veamos, ¿le influyen unos principios sólo sociales o culturales?
Aunque pensamientos apegados a la sociología, al estructuralismo y a la etnolingüística sostengan que sí, el ser humano tan sólo sobrelleva esa carga; en concreto, además de cognoscitiva, propulsora de conocimientos -que promueve siempre alcanzar diferentes conocimientos-, pues la sociabilidad es también comunicación, adquisición de conocimientos.

Es inútil defender, sin más, que la cultura los utiliza cerradamente(2), puesto que primero los busca, los halla en contrastación a los que asimiló –y más tarde o más temprano los halla ya lo más objetivos o lo más completamente objetivos como conocimientos-.
Por ejemplo, de si la Tierra es plana o es redonda parte de la objetividad del reconocimiento de la existencia de la Tierra primero; luego ya se demostrará poco a poco lo demás.
He ahí el primer saber sustantivo, el de la evidencia, en el cual se engendra el saber coherente, con y desde aquello que se cuenta –no considerándose eso estrictamente un comienzo ontológico, sino un "a priori" para que constituya realmente una búsqueda-: este es el " logos " identificativo de lo evidente.

En ese contexto, de entrada está el discernimiento de lo contingente (algo puede ser y también no ser una existencia); de manera que atiende a un "si o no", a lo axiomático sustantivo, a un saber sustantivo incidido por un saber condicional.
Así, si algo es, al instante queda sujetado por el "Principio de no contradicción".
Bien, pero además puede ser posibilidad de lo necesario, de que el "algo" pueda ser necesario directamente para otro algo; por lo que al instante queda sujetado por el "Principio de causa-efecto", pues "algo" implicará una conjunción en donde ya se inicia el saber adjetivo o discursivo ( Leibniz diferenció esto, la verdad contingente –de hecho- de la verdad que luego la aplica la razón para lograr otra necesaria). Es decir, si algo existe ya, tendrá sus causas, tendrá sus efectos gracias –siempre- a sus relaciones.

Por supuesto, desde tal consideración actúa el saber discursivo: el analítico, el que verifica sus propuestas o sus adjetivos por inferencia –el que "salvará" sus hipótesis en cuanto a que "busca"-.

Sí, es cierto también que este saber discursivo ha justificado una tabla rasa frente al "a priori" eludiendo al conocimiento inmanente con arreglo a que prevalezca sólo un pensamiento revelador del hecho como un resultado junto a su accidente cultural y, por ello, se ha opuesto por sistema –al margen de lo coherente- a un orden(2), a una base del saber mediante el aforismo o la digresión.
Así, mientras Nietzsche dejaba sin efecto o irrelevante "lo aprendido", Heidegger lo destinaba a lo que exclusivamente incumbía al sentimiento existencial humano, como restringido a una experiencia poética.

Por su lado, Hume, propugnó que la razón no cuenta con principios innatos; para él el "Principio de causalidad" deviene de una "sucesión constante" (la costumbre de experimentar hechos sucesivos nos "detiene" para esperar un acontecimiento), no una "conexión necesaria".

Sin embargo, por el contrario Kant elucidó al fin que el "ser" entiende porque la realidad ya le es propia, con un "a priori", con unas "categorías de entendimiento" –por ejemplo, entiende lo superior y lo inferior o lo que le supera en algo-; desde luego, vivir será experimentar pero, este experimentar, evidente es que cuenta con unas capacidades inevitables en su ejercicio, con una condición natural insoslayable sin duda como información, es decir, cuenta con un pasado de coherencia natural en suma: un "algo dado".
Entonces, el aprendizaje aprende con "lo dado", "lo dado aprende" –pues la nada es muy difícil que aprenda-.

En los mismos términos, sí, el que aprende es el que se remite a la experiencia, él como realidad de antemano; y él adquiere una conciencia, una razón. Subsiste, pues, la razón en lo vivido, no sin lo vivido.
Advirtiéndose esto, si la razón es conciencia y la conciencia la acrecienta la experiencia –por ejemplo, el que ha pasado hambre es más consciente de lo que significa pasar hambre-, entonces, un animal no está exento de tenerla en un mínimo nivel; luego todo animal es racional en la medida en que aprende.
Porque sencillamente, si la racionalidad fuese un "sistema mágico o improvisado", la arquitectura egipcia debería haber sido totalmente diferente a la maya, y no es así; es decir, si la cultura determina solamente la razón, de modos diferentes hubieran razonado un egipcio y un maya, empero habían aprendido una equivalencia racional no muy alejada de la que posee la misma naturaleza, la que proyecta la conciencia del medio que la organiza (la seguridad es una razón natural, igualmente el descanso, la percatación de lo que es diferente, de lo próximo, de lo superior, etc.).

La razón, con ello, es el efecto de la conciencia y, ésta, ordena o guarda en un orden –no en un caos- las verdades –o conocimientos- en función de las que ya son evidentes y de las que le son luego necesarias.
"Hay que acabar con el hambre en el mundo" –por ejemplo- es necesario para el bien común, por lo tanto es una verdad, pero aún no es un hecho, sólo corresponde a una verdad imprescindible para la supervivencia real de una sociedad ética o solidaria.

Por cierto, la verdad de hecho es diferente y se mantiene taxativamente.
Entonces, si toda verdad atiende a "A es verdad si A existe físicamente o si es un estado psicológico que se desea y se necesita no perjudicando al bien común", la verdad de hecho atiende a "A es verdad si A existe físicamente".

No obstante, antes de un saber discursivo o analítico o adjetivo, la verdad ha de presentar su base sustantiva o de identificación a expensas de "A es A si y sólo si A es A"; pues, después de ahí, en un juicio "analítico o profundo", la verdad corresponderá a la verificación de su propuesta sujetada en "A es B siempre y cuando B sea propio de A".
Por ejemplo: "Un animal es carnívoro siempre y cuando éste coma carne" .

El juicio racional entra, por supuesto, en la pretensión analítica de la razón tras advertirse que el objeto del juicio existe (luego existe una verdad imparcial). Al respecto, Russel afirmó: "está claro que la verdad o falsedad de un juicio dado no depende en absoluto de la persona que juzga, sino solamente de los hechos sobre los cuales juzga".
El juicio racional, por ello, ha de ser imparcial sobre ése que se difunde de forma arbitraria; por lo que sortearán prejuicios o se someterá todo conocimiento a una verificación coherente, a una comprobación continuada de que son coherentes todos los elementos que proporciona como juicio racional: "La proposición A es coherente si son coherentes los elementos que conforma o le son propios".

Por último, aunque no estoy de acuerdo en mucho de lo que defendió, señalaré esta frase de Wittgenstein : "El resultado de la filosofía no es un cierto número de proposiciones filosóficas, sino el hecho de que las proposiciones se esclarecen" –lo que es aplicable al saber en general-.

Un ser humano, en su decir, propone mucho, proposiciones con más o menos verdad o totalmente imaginarias o que ya ha distorsionado deliberadamente, pero TODAS pueden ser confrontadas con reglas coherentes que YA nos da la realidad; y eso supone, claro, un resultado para apoyar en dignidad racional a unas y a otras no.




(1) Jacques Derrida quitó credibilidad al concepto por haberle creado un alma-cuerpo pero en dualidad irreconciliable: su significante y su significado. Pero no comprendió que, si la realidad cambia para que sea real, los conceptos lo hacen con toda naturalidad para extenderse en la realidad.

(2) Lévi - Strauss , por su parte, opuso la naturaleza a la cultura; como si una representase el bien y otra el mal, algo bastante exagerado.



José REPISO MOYANO

LENGUAJE Y VERDAD EN LA REALIDADfue escrito en el año 2004 y publicado en:

Revista de pensamiento Cyber Humanitatis

Revista de psicoanásilis Topía
Instituto de Ciencias ICALQUINTA
Revista de Pensamiento SE PIENSA
es.wordpress.com/tag/r-lenguaje/

Revista de transdisciplina Con-versiones

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Cyber Humanitatis :
http://www.cyberhumanitatis.uchile.cl/CDA/indice/0,1495,ISID%253D499,00.html
http://www.cyberhumanitatis.uchile.cl/CDA/texto_simple2/0,1255,SCID%253D14069%2526ISID%253D499,00.html
http://www.cyberhumanitatis.uchile.cl (nº31)
Artículo relacionado:
www.devaltmedia.com/hhumanidades/pensamiento/04voluntad.htm

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miércoles, 20 de agosto de 2014

PLATÓN Y LA TEORÍA DE LAS IDEAS 
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Ya ha habido ensayos que han cuestionado la naturaleza intelectiva de Platón; de hecho, sus obras han demostrado más una capacidad para el contar la sabiduría -con sus inevitables consecuencias literarias- que esa rigurosa capacidad reflexiva que, tal, elige siempre un material útil o nuevo y desecha, a veces -por incoherente-, el convencional.

Eso es, Platón no sobrevaloró demasiado el intelecto que se consigue estrictamente por el aprendizaje, por el sentido crítico o por la experiencia en suma, sino el que “se inspira” por un “talento natural” que va creando bondad moral para todos -en comunicación- o ideas que la transmiten y, éstas, depuran o vislumbran unas formas (universales) armoniosas entre los seres humanos y la naturaleza.
Es, pues, un filósofo de la moral más que nada, en pro o por la defensa de quien posee la virtud del amor -o de la bondad-, porque advierta de unas formas bellas o formas universales. Así, cualquiera, las posee o no, pero siempre... por virtudes.

Jenofonte (430 a. C.) dudó de que Sócrates fuera una paradigma del saber; en cuanto que no se presentaba convencido -como siempre se esperaba- de ser sabio y de aclarar -al momento- cualquier problema, esto es, de exponerlo a la sabiduría misma.
Para un Sócrates “manufacturado” por Platón, la sabiduría consistía en un enfoque de la inspiración divina, que hacía a veces el expresar “cosas excelentes” sin que, por el contrario, hubiera capacidad para explicarlas (esto se comprueba en Apología, cuando Sócrates observó a los poetas ante el oráculo de Delfos).

Para Platón, además, los poetas poseían el máximo privilegio para llevarlos directamente a la sabiduría; y éste era cierta intuición divina. Más en concreto: el don de la analogía o de la metáfora por la cual, a través de una captación o facultad auténticamente inspirativa, se percataba una semejanza entre desemejanzas, o sea, se advertía una relación entre cosas distintas.

En ese sentido, las ideas en Platón eran idealizaciones inspiradas -ideas de moral- sobre el bien bondadoso; que era, asimismo, belleza: armonía que se hace cuando se crean esas ideas en comunicación con los demás -en situaciones-.
Así, por principio platónico (el de la symploké), no todo necesariamente está vinculado con todo.
En el platonismo, veamos, las ideas consistían -con lo dicho- en valores -morales- que pertenecían no a la realidad, sino al "mundo" inteligible o inmaterial o incorpóreo.

Sin embargo, el Sócrates ofrecido por Aristóteles es el de un conocimiento trascendental, en el cual sustentó la teoría del ideal; pero, ésta, desarrollada -según él- en parte por el mismo Heráclito. Es decir, las cosas sensibles -el mundo material- pereciendo siempre -"renovándose"- heraclitianas son dependientes, ahora, de unas entidades permanentes (universales) que no se pueden eludir.
Para Aristóteles es, pues, un origen (un origen esencial tras una silogización) que trasciende de esas entidades definidas el que determina o el que proyecta a las ideas. Por lo cual, existe una forma (eidos) trascendida por medio de la idea (idean).

Esto, claro, supone una revisión platónica por parte de Aristóteles en la cual, más sensatamente, el mundo -o fluir- sensible heraclitiano no es independiente del mundo inteligible -en oposición a "khorismós"-; o sea, que el mundo sensible no es ajeno al conocimiento trascendido.
En concreción, que el conocimiento o que todo lo que se sabe o que todas las capacidades que la realidad nos da, está hecho obligatoriamente del pasado perecido, pero que ha trascendido progresivamente a formas o a resultados de conocimiento.
(éstos definiéndose en conceptos).

Por esta aclaración, Aristóteles dió una visión más coherente con respecto a Sócrates; en cuanto que, el Sócrates que preguntaba dudando al mismo tiempo de una certeza definitiva, lo que suponía antes era una búsqueda de la verdad. No, no que ya se daba por hecho el tenerla o el encontrarla, sino que había que preguntarse -como regla intelectiva- muchas veces por ella para, así, por medio de la mayéutica, ir desbrozándola o ir encaminándose hacia ella.

Lo que ocurre es que, Aristóteles, ya preinstaló o predeterminó un origen trascendental que sólo puede ser -fijamente, al modo del ser inmutable de Parménides- imaginario para las ideas -que también idealizan de manera bastante emocional o sugestiva-, en vez -sí- de dirigirse a conocimientos ya delimitados o racionales; que, éstos, en efecto, trascienden... o progresan o mejoran.
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LOS LÍMITES DE LA REALIDAD

La fantasía o la propuesta fantástica existe -porque ya al menos existe la frase y el concepto-, pero no es real. O sea, no está en la realidad, sino está frente a la realidad (por ejemplo, el concepto "irrealidad" existe, pero no es real). Cualquier propuesta fantástica se enfrenta a lo que en verdad es cualquier cosa (por ejemplo, "un borrico es una piedra" o "un rey es un mosquito" o "he besado a Cleopatra").

Sí, forma parte del existir humano, de una capacidad humana por negar la realidad -la posee-, pero ese negar la realidad o irrealidad no es realidad lo mismo que existe el concepto "inexistencia" que no es existencia. No obstante, los elementos que utiliza sí están extraídos de la realidad, pero éstos derivan por deformación -con un enfrentamiento a ella- a negarla, en efecto, a decir que no es lo que es. Así, no representa fielmente la realidad: no es la realidad.

En ciencia, concretamente en Matemáticas, existe -por lógica del pensamiento- la esfera, pero no es real; existe la línea recta, pero no es real. Esa es la estrategia que utilizan algunos políticos hablando de estadísticas y de que todo... va bien y de que todos... gozan de buena salud.

Sí, se puede decir precipitadamente que en Estados Unidos no hay injusticias; pero la realidad dice que un condenado a muerte que pretende defender su inocencia necesita bastantes miles de dólares y, si es negro, más; aunque, si es pobre, nada se puede arreglar.
La verdad es la que es, la que dice la realidad; y no un político que tira al poder con la hipocresía "como la cabra al monte". Lo que ocurre es que, el que tiene más recursos, más poderes tiene para llevar su interpretación de la realidad a los Medios de Comunicación. Tened en cuenta que ahora mismo hablan o escriben en ellos una muy pequeña parte de los que habitamos en este planeta, y los mismos desde hace algún tiempo.Sólo España tiene más periódicos que toda África, de esta forma tiene más presión o influencia informativa. Sí, pero lo importante es la realidad: que existen terremotos y existirán terromotos donde las infraestructuras seguirán igual, para que mueran" igual"; y los periódicos no lo informen contemplativamente.

La realidad es: lo que debe importar para resolver sus problemas, sus necesidades, no la fantasía que contraviene a la realidad, que la niega deformándola en su esencia, en su contenido.

¡Claro que "algo" puede existir!, pero el contenido que representa ese "algo" puede no ser real, y sí lo interesado para una elite de presumidos; por lo tanto, fantasear no representa el contenido de la realidad, sino su deformación, su juego irracional.

En este mundo se niega la dignidad con mucha facilidad, pero todos somos dignos de "los derechos humanos". Cualquiera es digno de la vida o de recibir un juicio justo, cualquiera de tener los mismos recursos para recibir ese juicio justo, algo que es innegable y no se puede negar un derecho sistemáticamente ni a una persona ni a un pueblo.

Un pueblo es, también, digno de elegir su futuro, de defenderse mínimamente, de preservar su religión y su cultura, de ser tolerado por los demás pueblos y de ser ayudado en lo posible con respecto a sus necesidades. Así es, aunque nos llegue alguien diciendo que no existen esos derechos, que existe lo que a él le da la gana, que el progreso va de rechupete -apuntándoselo como logro, ignorando que va en pendiente abajo, y que otros iniciaron lo que nadie se atrevía a iniciar-.