sábado, 12 de diciembre de 2009

EL VICTIMISMO


El victimismo es, ante todo, una actitud con la cual se pretende producir una rentabilidad.
Bien, si alguien “hace un daño” real o demostrable “en hechos” a otro, en efecto, este otro es una víctima innegable de él y, además, es una víctima – al margen de cualquier actitud – del daño mismo. Aquí no se trata del “sentirse víctima para... algo”, sino que – se quiera o no se quiera es una víctima por objetividad del daño recibido, en hechos. Por ejemplo: La mujer X, que es violada por el hombre Z, es una víctima del hombre Z.
Eso está claro puesto que, el que asesina, es un asesino por una calificación coherente que le corresponde, y no por causas personales o subjetivas. Sí; al igual que, el asesinado, es su víctima, ante todo eso, por encima de uno u otro sentimiento.

Pero lo que ocurre en una sociedad donde prevalece – con ayuda de la tecnología– demasiada información, debido a unos poderes organizándola y difundiéndola, en unos intereses creados – y acumulados – económico-políticos, es que no se reconocen verdaderamente a quienes son las víctimas – habiendo tantas pruebas – en dignidad –, ni hablan ellas mismas por resarcir algo sus daños recibidos, sino que todo el mundo LAS UTILIZA para intereses de grupo, institucional o político.

Así es; cuando han matado un soldado en la guerra de Afganistán, se suele decir, por el interés de un grupo o país, “NOS han matado un soldado”, con lo cual cómodamente se delibera que son “otros” ajenos a ese país los que "los hacen víctimas", y sienten eso; cuando una mujer en concreto recibe violencia de género, al momento hay muchas mujeres interesadas – sin recibir ésa concreta y real violencia en tal mujer– que dicen “NOS están maltratando”, pero ahí sólo es la víctima ésa mujer y, la utilización de éso para “sentirse también víctima”, es... el victimismo.

Si ya hay crisis económica, muchos – y sólo los que tienen poder para difundirlo –, por conveniencia dicen “ESTAMOS en crisis”, incluso cobrando lo mismo y teniendo todas las necesidades primarias cubiertas; o sea, no sufren de verdad la crisis, pero se ponen indiscriminadamente en el paupérrimo “ESTAMOS en crisis” – para rentabilizarlo –.

Debería tener voz quien es, en hechos, una víctima y los demás permitir que lo demuestre al menos; sin embargo, el negocio es el negocio, y seguirán con el “NOS” y con el “ESTAMOS vendiendo muchos de tales ejemplares y consiguiendo “famas” y llamadas de atención con esa forma.

NOS han secuestrado un barco” – ¿el barco es vuestro? –; o “ME han subido la gasolina” – ¿acaso tú tienes coche? –, etc., sí, fácilmente se recurren, en pro del victimismo, para un poco de rentabilidad sea cual sea.

No, no hace falta el uso de la razón, sino “NOS están invadiendo los árabes”, “NOS han robado los políticos”, “NOS han cerrado una mezquita” y, así, en esa hipocondría interesada del victimismo, en ese “juego sucio” o estólido, conseguir algún beneficio, alguno.

Y, con eso, con el... "ESTAMOS en crisis", algunos gobiernos se aprovechan para no resolver los problemas que hay en sus países.


Nota.-
Se sabe que cualquiera, si ya hace a alguno una crítica debido a los hechos, es a ése al que alude o hace sólo la referencia; no al mundo, ni siquiera al Universo. Pero existe un buen truco -para eludir cualquier autocrítica o responsabilidad- y es el recurrir fácilmente al "están -o estamos- siendo denigrados".
En efecto, todos los acercados -y con un grato provecho- a otro con el que comparte algún interés también lo puede utilizar, por gran eficacia de mísero victimismo, recurriendo al: "Todos los médicos están -estamos- siendo denigrados", "Todos los poetas están -estamos- siendo denigrados", "Todos los artistas están -estamos- siendo denigrados", "Todos los políticos están -estamos- siendo denigrados", "Todos los cabezones están -estamos- siendo denigrados", "Todos los cristianos están -estamos- siendo denigrados", etc. e, incluso, hasta el infinito.


José Repiso Moyano

lunes, 7 de diciembre de 2009

LAS EMOCIONES

Los únicos que controlan las emociones son... los que confunden "lo que son las emociones". Veamos: Lo único que se deben controlar son los pensamientos (con los cuales sí se puede ordenar una escala de valores, unas restricciones y siempre para preservar unas limitaciones junto con unas prioridades a la hora de hacer algo). Las emociones son, en efecto, sentimientos y éstos no se diseñan ni se controlan ni se guían robóticamente, sino o se sienten o no se sienten (ni ya se guardan en el bolsillo para sentirlos luego), otra cosa es -claro- que no se exterioricen (algo que prohíbe el mostrarse las cosas como son).

Mejor aclarado:
Como se sabe, la sociedad no ha suprimido los instintos, sino que los ha condicionado con unas actitudes -sociales-: los ha condicionado por ponerlos "en escena de la realidad", digamos, con el decorado de una "actitud civil".
Por otra parte, sí, están las emociones, que son: el MODO DE APTITUD INSTINTIVA CAUSADO POR EXPERIENCIAS PERSONALES; es decir, el instinto ya desarrollado en un ser vivo en concreto (y éste con sus únicas experiencias).
Por ejemplo: Dos gatos (A y B) poseen, en esencia, el mismo instinto, "el de reproducirse como gatos"; en cambio, esos dos gatos poseen diferentes emociones: ésas determinadas por las vivencias que han tenido (así, el gato A, que es doméstico, inevitablemente siempre tendrá emociones que se han enraizado "en el trato humano", y no..., no se pueden controlar, pues ya están formadas).
Un ejemplo en cuanto a los seres humanos:
Un adolescente que se ha criado "jugando en el campo", SIEMPRE se emocionará -sin poderlo evitar-, en una complicidad emocional, "al ver el campo"; puesto que, concretamente él, tiene una emoción ya formada, incontrolable (y, con tal predisposición, "lo sentirá" quiera o no quiera, desde su subsconciente).
Además, son las emociones las que ayudan a crear -o bien modelan- la... intuición; lo que ocurre es que, las emociones, se impregnan de unos "valores" mientras que, las intuiciones, se determinan no precisamente "con ellos", sino con memoria, información o conocimientos (en los animales se les puede llamar "recursos de supervivencia": si a un gato, después de comer, le das una patada dos veces seguidas, en una tercera vez "sabe por intuición" que le puedes dar... una patada).
La intuición es la inteligencia primaria pero, aun así, es la base o la esencial, la que se remite al "conocer".

sábado, 31 de octubre de 2009

Noventa de cada cien mentiras que hay en el mundo están, sí, y se escuchan todos los días en España. Y ¿a qué se debe -por evitar manipulaciones-?

Una médica ha manifestado que a ésos malditos niños "rebeldes" o "muy difíciles" les falta neurotransmisores, vamos, que ya "tal enfermedad" se inventó hace muchos... muchos años.
Entonces, ¿cuál piensa ella que es la suficiencia? o, mejor, ¿qué piensa ella que es un ser humano?, ¿algo a lo que se le pone o se le quita "de todo" de un día para otro, como un proyecto constructivo o arquitectónico?

Acaso, ¿piensa que los coches "deben tener todos" cuatro ruedas, si no no son coches, siendo no idóneos los de tres ruedas o los de seis?
Acaso, ¿piensa que la medicina -por su pretender- debe ir "a la aventura" con el ideal de un modelo, o sea, buscando el mejor cerebro de ése, las mejores piernas de aquél... hasta llegar a un Franskestein magnífico?

Nadie tiene la misma cantidad de neurotransmisores. En claro, "son los que son en cada ser humano" y siempre diferentes, suficientes e idóneos e idenficativos para el ser humano que los lleva, que para eso los lleva él precisamente sólo; por un principio natural de: "todos los seres vivos son y serán diferentes".
Lo que se debe de dejar, ya de una vez por todas, es encauzar la medicina o la ciencia "hacia un modelo"; puesto que los modelos no existen en lo vital, sino únicamente en las culturas: para que sirvan de "ejemplaridad" en cumplir ciertas normas éticas o de civilidad o de dignificantes esfuerzos.

lunes, 12 de octubre de 2009

"EXACERBADO APEGO EMOCIONAL" O "PERVERSA ALIENACIÓN" POR SENTIRSE PROTEGIDOS

es lo que abunda ahora, más que nunca, en esta sociedad tan competitiva (de todos contra todos) y tan intercultural (de predominantes orgullos patrios que machacan por... un poder).


El que está en el PP, no quiere ver lo que pasa en el PP; el que está en el PSOE, no quiere ver lo que pasa en el PSOE; el que está en el PRI, no quiere ver lo que pasa en el PRI; el que está en los Testigos de Jehová, no quiere ver lo que pasa en los Testigos de Jehová; el que está obsesionado por el fútbol, no quiere ver lo que pasa en el fútbol; el que negocia con la guerra, no quiere ver lo que pasa verdaderamente en cualquier guerra; y... etcétera.
Así es, se mienten ellos mismos para protegerse ellos mismos (en una parcialidad); y no quieren saber ni hacerse cargo de LAS CONSECUENCIAS.

sábado, 29 de agosto de 2009

LA UTILIZACIÓN CORRUPTA DE DIGNIDAD
La dignidad conlleva objetivamente tres tipos de merecimiento: Uno, ontológico (el merecimiento “como persona”, no como gusano o perro); otro, de la aplicación por igual de unas ineludibles reglas éticas (es decir, el no desmerecer por cuestiones de raza, de ideología, de sentimiento, de sexo, etc.); y, por último, el merecimiento que corresponde a lo que se hace con una responsabilidad y, sobre todo, con esfuerzo ( éste es una premiación, el no descuido de un mérito porque se ha demostrado un hacer o unos hechos beneficiosos para la sociedad).

Ya, subjetivamente, porque depende de apreciaciones muy personales o de corporativismos, está el merecimiento a lo que se dice, por cuanto sea de elogio o de denigración, por cuanto sea de alineación chovinista o de simple convicción personal o independiente (de particular libertad de expresión).
Claro, en éste al modo subjetivo todo el mundo “es muy suyo” a la hora de dictaminarlo; puesto que ese decir X a unos no les afecta y a otros sí (y, en un contexto de un sólo país, se delibera de una u otra forma según un procedimiento consuetudinario o según unas alusiones directas a favor o en contra del honor de alguien), por multitud de concepciones de lo que cada uno considera una ofensa.
Sin embargo, siendo necesario, por convenciones o por una unanimidad internacional en defensa de unos derechos humanos, ya se ha logrado que sea más objetivo -en el sentido de común- con la determinación de que un decir, cualquiera, no puede ser nunca una apología del terror, de la persecución o... del quebrantamiento de las leyes.

Dicho eso, de la dignidad todos quieren hablar porque, para el merecimiento, todos están disponibles sin alguna demora o indiferencia (ahí se les pone en juego la “felicidad”), con el poder de las influencias o recursos que tengan, por mero orgullo, sí, por mero egoísmo que es propio en mayor o menor medida de todos.

Así que, todo dictador, habla de dignidad; cualquier político, habla de dignidad; tal o cual magnate, habla -"a bla bla"- de dignidad.

Y es infinita al pedirse. El que tiene el merecimiento A, quiere el B; el que tiene los merecimientos A y B, quiere el C; y el que tiene los de la A a la Z, quiere el omega.

También, existen los merecimientos justos con respecto al parecer de unos cuantos o no; porque se pueden elaborar artificialmente, por el marketing, por la influencia, por la interesada recomendación, por una estrategia política por alcanzar el poder, porque es útil para un “hacer dinero”, para un fortalecer una competencia ideológica, etc. o porque calla o consiente tales injusticias o manipulaciones beneficiosas para algunos.

Pero, ocurre, que el que tiene un 96 por ciento de los merecimientos posibles o que puede lograr, por una u otra razón o porque se los ha concedido la maquinaria de un poder, habla de que el merecimiento número nueve mil quinientos cincuenta y uno se lo han pisoteado, sí; y es entonces, por ello, que mueve una y otra vez los hilos de sus aliados, de sus recursos y protecciones, con un “a por todas”, e imagina una situación intolerable -indignante para él-: ¡le han pisoteado el merecimiento número nueve mil quinientos cincuenta y uno! Sí, y a rescatarlo va, él, ya que tiene tanta protección.

En fin, por mi parte siempre he sostenido que la dignidad, para únicamente comprenderla, tiene también “su dignidad” porque no “le tomen el pelo”, o sea, su razón de ser, su equidad o su honor propio.
La dignidad sólo digna de ser rescatable es la del merecimiento número tres de la digna mujer que aún no tiene un 30 por ciento de sus merecimientos.

No vale decir “tengo derecho -ético- a tener un chalé” teniendo ya dos, ni el decir a lo fácil “no tengo derecho a ese insulto” cuando tú tienes, sí, miles de recursos “ya merecidos pero indignantes” que te van a proteger.

En cambio, yo siempre hablo de una dignidad imprescindible o esencial para la misma dignidad del ser humano, que es la no protegida. La que aún es lucha por lo poco que debía de haber tenido a principios de su vida; la que aún es lucha por al menos un poco de reconocimiento a los cientos de hechos beneficiosos en algo; la que aún es lucha porque le sea al fin válido un esfuerzo racional como lo es en otro; la que se ha tomado tantas molestias contraveniendo a un inmovilismo o a tradición injusta (y... ¡cuánta desprotección!).

¿Quién?, ¿quién defiende la dignidad de la salud de un indígena no contaminando con su coche el aire que él respira, o no usando la madera que le llega desde sus bosques que se talan?

Porque esa dignidad no protegida es la única merecedora de lo mínimo digno, de que por poco cuente dignamente.
No me gusta el poder o los poderes que logran -o imponen- lo... máximo digno; seguro que hay truco.
Segurísimo.

José REPISO MOYANO

domingo, 2 de agosto de 2009

ELEMENTOS DE LA REALIDAD
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Por voluntad a todas las personas les gusta exigir una responsabilidad, la exigen por aquí, la exigen por allá, porque… no todo es válido socialmente.
Un informador exige, en fin, al maestro de su hijo una buena educación; no que le diga que “la Tierra es plana” al no haber alguna prueba en ello ni tampoco que “los hombres y las mujeres no tienen los mismos derechos”. En realidad, ése, exige una veracidad, lo que está más cercano a la veracidad, lo que posee más pruebas de veracidad o lo que presenta una contundencia evidente de veracidad como lo absoluto de que “a él le es propia la voluntad”: pensar y sentir por sí mismo.

Así, nadie siente por él, nadie piensa por él, por lo que “él es él” se mire como se mire, se valore como se valore, se marche a donde se marche: es un absoluto ser, es un componente entre muchos que permite imprescindiblemente que un contexto exista como tal.
Para que exista la lluvia, por ejemplo, debe existir absolutamente agua, debe existir absolutamente calor que la evapore, debe existir después absolutamente un suficiente frío que la licúe. Luego... para que existan procesos, para que existan desarrollos, para que existan en definitiva existencias –acciones-, son obligatorias “cosas imprescindibles”, absolutos, bases, propiedades, condiciones que sustentan ontológicamente el mismo existir.
Y no es porque a mí me guste, sino porque es continuamente demostrable; siempre, para que exista un “algo” ha de existir otros “algos” por los cuales existe la acción, el movimiento, la diversidad, no un algo sólo fijo –que no podría existir al no accionarse como acto o hecho- sin movimiento.

Al par de eso, teniendo en cuenta que cada "cosa" –imprescindible- es un componente de la diversidad, no le puede ser un componente de sí y no a la vez, sino de sí, pues cada cosa es innegablemente absoluta: que sostiene a otras, que “hace que otras existan” por muy pequeña o despreciable que sea.
Luego si no pueden prescindirse las cosas, luego si no pueden restringirse, luego si son fundamentales y no sustituibles, son absolutas para la realidad –aparte de que cuatro iluminados se hayan imaginado lo contrario-.

Claro, antes de cualquier sabiondo o equivocado meramente, las cosas son las cosas y presentan en sí su larga historia que las defiende, “sus existencias” gracias a que no les afecta la mentira de quien las niega gratuitamente en pos de sus cabreos, de sus celebraciones emocionales o de sus banalidades (si no reconoces el hambre, ¿cómo vas a reconocer a los que pasan hambre?; si no aceptas a tu madre, ¿cómo vas a quererla o apenas respetarla?; si no intentas CONOCER el paludismo, ¿cómo vas a "curarlo en ti" o evitarlo algún día?; si no reconoces a ése que demuestra razones con miles de esfuerzos, ¿cómo vas a respetar a la razón y, por tanto, a cualquier principio ético que está fundamentado en la razón?, eso precisamente es una falsedad absoluta del respeto).

La cosa-en-sí no es algo que con sus elementos construye la realidad –al modo de empresa-, sino que sus elementos son fundamentalmente transmisores o congénitos de ella, puesto que son los antecesores, los que funcionan como base, como “a priori”, como “guía” ineludible.
Quiero decir, el ser humano no es una empresa que elige el material, que elige la realidad, que la dispone, que está muy por encima de ella, gobernándola, determinándola, reduciéndola, sintetizándola, no, más bien todo lo contrario: los elementos “ya predispuestos” en un contexto real derivan, proyectan, posibilitan ellos mismos con la ayuda de principios físicos “resultados” que, sin lugar a dudas, no “aparecen” caídos del limbo al ser “porqués”, conducción de “lo que hay”.
Por lo cual, “lo que hay” no lo conduce, no lo delibera o no lo impone un sujeto, sólo lo adquiere, lo conforma de… lo fundamental.
No existe un “epojé” que dirija el mundo, que mande, que se ponga por delante y por encima de todo excluyendo asimismo lo fundamental, no, nada es reducible cuando en realidad es intrínsecamente necesario, primordial o elemental.

Con sus capacidades el sujeto no constituye en verdad nada, no constituye al sujeto como objeto, sino es la propia realidad la que lo constituye como “resultado-sujeto” de la “exterioridad-objetos” en donde cada objeto es una potencial acción sobre él; esto es, el sujeto no es decisivo por sí mismo –con una varita mágica-, el que decide qué debe ser entre la realidad puesto que, en el fondo, no puede excluir nada de lo fundamental y absoluto que lo “hace” un resultado, y también... fundamental.

Las cosas no “aparecen” en el sentido de que la “aparición” se ha extraído desde un principio de lo mesiánico, mejor, de lo religioso, de lo mágico, de lo imaginario.
Pues, así, ajustado al contexto epistemológico “aparecer” denota una acción separada, divorciada, de la realidad: aparece algo “de golpe” sin causa, aparece algo desde “otro mundo”, aparece algo que no se encuentra, que no se encuentra en la realidad: Si “éso” aparece “ahí” es que, ante todo, no estaba ahí, es lógico, demasiado lógico.

Al igual ocurre con lo “aparente”: a cualquier cosa, a todo lo que no se conoce bien se le llama “aparente” como ajeno a la realidad, extraño cuando, en realidad, no se conoce, no se reconoce aún su naturaleza propia en el devenir de la realidad.
En fin, las cosas no “aparecen”, ya estaban allí donde bien estaban. América no se le apareció a Colón, ni siquiera “de golpe” en tanto que sólo vio una isla no correspondiendo, claro, a todo el continente; vio primero una isla –que no significa conocerla-, mas luego, paulatinamente, fue comprobándola, digamos, acercándose a su… “más realidad”.

Otro ejemplo, cuando un ser humano conduciendo un coche ve a otro coche dirigiéndose a él en dirección contraria no ve “de golpe” una realidad, sino que “ya conocía” la realidad de conducir un coche, también de mucho de lo que implica conducirlo. Luego, todo ser conoce –“para serse”- absolutamente realidad antes de comprobar “más realidad”.
En efecto, ese conductor no puede decir a lo que salga o con retorcidas ideas de manipulación que no conoce en absoluto realidad, sino que conoce realidad de una forma infinitamente absoluta para actuar, porque… pueda actuar, y precisamente lo mejor ante esa situación, a la cual está en mucho ya preparado -en conocimientos de realidad-.

Veamos, ¿cómo ha de moverse algo sin conocer moverse?, ¿cómo puede existir algo sin conocer existencias?, ¿cómo puede un tonto volar si no existen los vuelos?, ¿cómo puede un médico curar si no conoce nada?
Dejémoslo claro, ya existir supone una cognición o una inherencia cognitiva de las reglas de la realidad, de sus conocimientos, se quiera o no se quiera.

Cierto, así es, toda acción sobrelleva el objetivo de actuar con aforo a sus disposiciones o condiciones reales: algo actúa porque algo de aquí, algo de allí, algo de allá y el carácter contextual, sobre todo, lo condicionan –lo enseñan, lo dirigen- para que sepa actuar inequívocamente en muchos aspectos.
De manera que, siempre, las disposiciones que les ha dejado su “a priori” –ya hechos, ya acciones- son los objetivos de fondo o de raíz de su realidad; quiero decir, los que absolutamente han sido realidad y su sustento. Siendo absolutos porque, si no lo fueran, él no existiría.

Cada ser, cualquiera, HA CONOCIDO PREVIAMENTE para actuar a expensas de que es en sí mismo, “per se”, una morfonomía, una viabilidad de lo continuo, una delimitación –por principios del movimiento- para actuar: para un sujeto todo no le es “actuable” de la misma forma.

En virtud de eso, cada ser no es su propio arquitecto, con su orgulloso título de arquitectura muy bonito, ni siquiera es una perspectiva particular de arquitectura, sino se remite a una arquitectura de orden general o existencial y, luego, contextual –en donde le son “suyas” también características, por influencias de acción, de muchos sujetos-.
Por lo cual, un ser humano no es nunca una perspectiva –porque tendría que ser un ser plenamente independiente para dimensionar tal perspectiva en pleno, o sea, fijo (1) que no existe-; correspondiendo a que su interacción cognoscitiva posee tantas perspectivas como acciones posee acaparadas, “conocidas”.

Otro asunto es su perspectiva emocional; ahora bien, nunca ésta supone una única perspectiva, sin duda, porque es susceptible –y ha sido previamente dispuesta, predispuesta- a hechos, hechos objetivos, hechos tan inapreciados por algunos como el calor, el frío, la sequía o la concordia familiar.
Luego las emociones se encuentran vinculadas directamente a hechos múltiples variables de un día a otro, no a un hecho que dicta o determina un “punto de vista” (2) de emocionalidad inamovible, sino a hechos que no se pueden evitar, o sea, que son hechos muy bien hechos –ya hechos y derechos- que instruyen y realizan y dan al sujeto.

Las emociones, "defensas", respuestas propias que han proporcionado el dolor y el placer, reacciones vitales de la experiencia, sí, transmiten, “dicen” efectos de compatibilidad y de adversidad de un sujeto antes de que esté o no esté en sociedad, en cuanto que siempre sufrirá o sentirá placer -aunque no esté en sociedad-.
Por ello, actúan en o desde la antesala de “un lenguaje interno” hacia el “otro” aunque posteriormente lo pretendan con una común comunicación; quiero decir, el sentimiento es la expresión –el desahogo- del ser vital, y no precisamente es un mensaje seguro y decidido hacia “otro” ser semejante a él, sino hacia todas direcciones e, igualmente, hacia sí mismo: es la identificación de su dolor, de su esperanza o de su placer.

En sí el sentimiento es algo intrínseco, inevitable a la vida (vivir ya es “sentir vivir”), de autoidentificación y de autoprotección (y se defienden elementos en el entorno "que se consideran propios" por "roces" que la misma experiencia da).

Después, en sociedad, se instalan valores sociales (como añadidura y, he ahí, que ya el sentimiento se queda socializado con ellos), para que se admitan “con voluntad” por los demás (“ad judicium”); estos son ideales que se sustentan por comportamientos comunes que deben seguir unos seres para que sea propicia una mejor comunicación y convivencia.
Pero... el valor tampoco es un sólo “punto de vista”, pues únicamente se engendra dentro de la sociedad y, puesto que la sociedad ya es una voluntad de seres, los valores "emanan" intercomunicados, influenciados por el hecho social o múltiple -que va transcurriendo o evolucionando-.
Si se quiere comprender, habría que hablar de “punto de vista social” pero, como cambia de un día a otro, entonces sería “el punto de vista social cambiante” pero, como la sociedad ha derivado asimismo de la naturaleza, entonces sería “el punto de vista social cambiante del punto de vista de la naturaleza cambiante” pero, como la naturaleza deriva de un planeta y de un sistema planetario, entonces... ¡perdonen!, no voy a seguir por este camino que no es más que estúpido.
Por ejemplo, en un contexto social, por error un informador de asuntos bursátiles ha dicho en un medio de comunicación que al dinero (3) cada uno le da el valor que quiere, lo ha dicho a ver qué pasa. Y no, no es cierto en cuanto que el valor simbólico del dinero procede del valor fáctico –social- del trueque, del cambio de cosas entre un ser humano y otro. Luego deriva de… hechos y es consecuentemente absoluto a hechos –sociales-. Quiero decir, un ser humano no cambiaba la Luna por una herramienta -eso nunca se lo enseñó la naturaleza-, sino un hecho “con pelos en el pecho” –algo hecho- por otro hecho; y con valor porque lo exige una sociedad (la sociedad es contenido de valores sociales, se basa en que se tiene que valorar “por la fuerza” lo social, porque lo vives, porque sencillamente vives lo social).
Aun así, consideraba... que el trigo era trigo y el agua era agua: el valor al hecho del trigo y el valor al hecho del agua. Es decir, el dinero se remite de una forma u otra a hechos fundamentales de subsistencia de la sociedad y es, también, un valor absoluto de la economía (sin él no existiría).


En definitiva, cuando se valora sobre algo que existe en una sociedad todos quedan condicionados desde un principio al hecho por el cual se sustentó ese valor (valor tiene que ver, al respecto, con la “importancia” y ésta existe claramente en todo); y al instante se comprende porque nadie utiliza el dinero para que las aves vuelen más, no, sino como un valor de cambio (de “para que tú sobrevivas y yo sobreviva, vamos absolutamente a hacerlo”) o, a veces, de… cambio social cuando lo que se pide al ofrecerlo es que te cambien situaciones de la sociedad, en compensación necesaria.


Sin embargo, al dinero no se le puede dar un valor de amar, el amor se da primero con caricias, con atenciones, con sentimientos, etc. Sí, cada cosa en su contexto, he ahí que no se le puede dar el valor que uno quiera corriendo o con prisas, ya que lo que es imposible es imposible, o equivocado.



(1) Nada puede ser fijo para "existir por sí mismo" porque carecería, en esencia, de sustentación en algo con el fin de ser "acto": hecho existencial.
Lo fijo, que no existe, se lo ha imaginado el ser humano para manipular emocionalmente a los demás.

(2) En anteriores ensayos ya reprobé la existencia del “punto de vista” como algo heredero del fijismo o de la "tradición inamovible" o de la superstición (lo único que es inamovible porque, sencillamente, es irreal); o sea, se piensa que "tú" tienes un punto de pensamiento cuando, ya como rotunda evidencia, obligatoriamente mañana tienes que pensar algo distinto por lo que te condicionan sus circunstancias sin que puedas hacer nada, eso es, te condicionan y te obligan a tenerlas en cuenta: todo cambia, todo se... mueve.

(3) El valor del dinero es una derivación fáctica, absoluta.


Nota.-
Todos los seres vivos tienen sentimiento, "sienten" su "vivencia" en "afectos" y "desafectos" -o miedos- que todos poseen.
Un animal sufre si tú le hacer sufrir, y no sufre por ti si no le haces sufrir.
Todo golpe que se realiza a un animal, éste lo sufre de una manera infinitamente absoluta, y es demostrable con todas la pruebas que tiene la razón o la ciencia.
Un animal sufre si le haces sufrir, y no sufre por ti si no lo le haces sufrir. Y, si te odia luego, muy bien que hace porque, encima que lo maltratas, quieres al momento imponer o dictarle sus reacciones o consecuentes emociones absolutamente legítimas y absolutamente naturales.
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lunes, 20 de julio de 2009


Para un beduino, el desierto es "algo distinguido y claro"; para un guatemalteco (o para un indígena), la justicia social es algo "que cotidianamente se pasa y claro".
Sin embargo, para un intelectual de un país rico, la justicia social es ya algo influido por la comodidad e inevitablemente lleno de "mediación" y de incursiones intelectivas más o menos retóricas (en uno, connota más "bastas ya"; en otro, connota más "estar mejor").

miércoles, 24 de junio de 2009

Si no valoras a un niño, no tienes una responsabilidad con respecto a él; si no valoras la razón y quien la demuestra, no tienes una responsabilidad con respecto a ella; y, como resumen, si no valoras la realidad, no tienes una responsabilidad con respecto a ella.
Así que, sin afrontar una responsabilidad, NO EXISTE ÉTICA, ni algún principio, sólo la más grave violencia de aniquilar lo que desaprueba el egoísmo.



Si alimentas, consientes o sobrevaloras a los que dicen que "dos y dos son cinco" -para que sigan manipulando en los medios de comunicación- y NUNCA al que demuestra que "dos y dos son cuatro" pues, entonces, no tienes integridad moral y, también, manipulas -por muy bueno que te vendas o que te consideres o que aparentes- en complicidad (y pisoteas, sin duda, lo que es la dignidad).


Un español dice -ÉL-que él está muy bien y sereno; ¡hombre!, por supuesto, cuanto mejor "se está" en el sofá -o a favor de la corriente injusta beneficiosa- también más sereno -e inmovilidad mental-. Aunque, cuando se reciben injusticias ese mito de lo estoico-pétreo y de la inalteridad emocional no puede ser, no; es decir, nunca una persona inteligente en la historia ha estado sereno (porque la conciencia ya es movimiento de producir remordimientos -o de aplicar principios-, de dudas, de preocupaciones, de bastas, de protestas, de desasosiego al fin y al cabo), pero otra cosa es el no dejar de ser justo, de ser no violento, de ser tolerante, etc. Si tú ayudas a la sinrazón, estás exterminando la dignidad misma. El que ha destruido tanto no se acuerda de lo que ha destruido; pues, para un "tanto" hay que tener mucha memoria y mucha conciencia del tener mucha memoria, ¡algo imposible!: los HdP siempre se salen con la suya. En un juego limpio contra un juego sucio siempre gana el juego sucio por su "todo vale"; por ejemplo, uno está toda la vida para hacer un gran jardín y, otro, con un simple encendedor o con su crueldad -sin más- lo quema en varios segundos.


Los cínicos suelen pasar por santos; y siempre son premiados. Sin embargo, el que es ético, tiene que cumplir decenas de principios, de restricciones, de renuncias -de obligaciones morales- con efectos de desgaste y que, además, conllevan "antipatía" frente a la corriente cínica machacante.


Defender que un ser vivo no sufre debería tener por obligado la pena de cadena perpetua (en esta sinrazón sí), pues es la más cruel apología del terrorismo: un exterminio absoluto de la dignidad de un ser vivo (¿quién es quién para sentenciar que otro ser vivo NO sufre?).


Ni el placer ni el dolor se pueden medir en exactitud, de una manera científica; por lo tanto, siempre es científico el demostrar la presencia de placer y de dolor como reacciones o como mecanismos de supervivencia -o simplemente como propiedades en diferentes condiciones o circunstancias- en todo ser vivo, pero su medición exacta es ya algo.. acientífico.

domingo, 21 de junio de 2009

TRES ARTÍCULOS EN ITALIANO



LA COSCIENZA
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L’immagine percepita trascende – una volta memorizzata, ma il concetto cognitivo – simbolico, associativo – trascende ancor di più, soprattutto perché l’immagine lo fa soltanto attraverso un mezzo associativo (negli esseri viventi in genere ciò che si associa è lo stimolo).

L’intelligenza umana “riduce” per mezzo di concetti una cosa reale, cosa che è oggetto di attenzione e viene aggiunta all’esperienza intelligibile dell’uomo. Per tanto, l’intelligenza riduce, “codifica”, sintetizza, come fa qualsiasi essere vivente con ciò che gli è di stimolo, necessità, conformazione propria. Così elabora la propria realtà, assoluta e unica, in maniera progressiva.

Chiaro che ciò fa sì che la percezione sia in un primo momento selettiva, determinata cioè dalle condizioni concrete di necessità a priori che ha il soggetto, rispetto a quanto che l’esterno – l’intorno – lo stimola e lo incita ad evolvere, ad ampliarsi, ad adattarsi insomma. Per chi vuole intendere: il fattore selettivo nella percezione è nettamente una reazione, un adattamento obbligato da criteri basici di necessità di fronte a ciò che l’intorno già di suo “dà” senza rispettare tali criteri, in modo successivo, casuale e incontrollabile (Hume li considerava fattori successivi o fenomeni; ma, in confusione, negava loro la condizione percettiva e tale casualità della percezione).

Ciò nonostante, nell’essere umano – propiziato dal linguaggio, la reazione percettiva si è adeguata al concetto – al simbolo, alla motivazione concettuale, cosa che lo ha portato ad essere dipendente da tale capacità e in/per quel contesto, nonché suo modellatore e responsabile: insomma, cosciente.

Quando egli crea il concetto, c’è già stata intenzione e, inoltre, allo stesso tempo... comprensione – coscienza – paulatina della propria opera, del proprio protagonismo.

È lui che si protegge con e dalla realtà con una reazione percettiva che concerne ciascuna delle sue emozioni, che la radica e la determina per la sfera sociale; vale a dire che questo fatto costituisce per lui un’innegabile “struttura a priori” che comporta un protagonismo condizionante e – come no – causale, quello inerente alla responsabilità.

Perciò non esiste coscienza che non sia responsabilità, che non sia concettualmente propria e di ciò che concettualmente trascende, esortando un proprio protagonismo emozionale di permanenza in certi “valori” morali o etici.

Inoltre, il solo essere responsabile scatena o implica una discorsività di alcuni valori etici ineludibili o, più chiaramente, che tendono a proteggere la sfera cui sono sottomessi.

Nella vita, l’essere umano cerca di mitigare in modo emozionale le carenze che distingue concettualmente, carenze che trovano risposta solamente in ciò che l’uomo stesso ha previamente stabilito (la pace in contrapposizione alla guerra, la speranza per rafforzare l’ansia di vivere, la giustizia per dare dignità alle azioni n vista di una socialità ottimale, ecc.).

Tutto ciò avviene perché l’uomo è inquadrato nella responsabilità o, per concludere, perché a spese di una volontà concettuale può estendersi in tutto ciò che implica responsabilità, in tutta coscienza.

NOTA.- La coscienza non preesiste all’etica, né questa preesiste al proprio carattere sociale.



EGOISMO E DISPREZZO
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Noi tutti sismo inquadrati nella sfera sociale, nella socialità; siamo una sintesi del naturale e del sociale; per questo abbiamo due dimensioni o forze primordiali che muovono il nostro agire: l’ego – più generico di quello considerato da Freud, insieme all’ “io” e al “super-io” – e il condizionamento sociale di questo ego, la sua “predeterminazione” all’inibizione sociale.

L’ego è la forza dell’essere, del soggetto che interiorizza – nel caso dell’uomo – la forza sociale; in esso prevale un senso di immobilità di ciò che si verifica nella sfera sociale; ciò nonostante, l’ego delibera tale immobilità rivolgendosi a ciò che lo può proteggere, per mezzo di una scelta o selezione – necessaria – di difese. È così: decide di determinarsi con un comportamento autoprotettivo.

Come risultato di ciò, l’ego acquisisce una propria personalità, ma la sua ansia di autoprotezione lo fa sentire sempre “incompleto”, in stato d’allarme per insufficienza, in allerta per il timore di perdere – o avvertire come insufficiente – il proprio sistema d’interiorizzazione – questo nel caso di colui che lavora direttamente soltando sulla propria fiducia o la propria psiche.

Vale a dire che l’ego sente sempre incompleta la propria interiorizzazione e così si lancia in una “dimensione” vorace per sperimentare e sperimentarsi; in questo modo si salvaguarda senza interruzione, in questo modo pure preserva istintivamente il proprio territorio.

Ma nella sua azione tutto ciò che l’ego fissa secondo criteri di protezione si ripercuoterà inmediatamente nella sua modellazione sociale, si tratti anche di semplici fobie o parallogismi che sottovalutano l’altro in dignità, dato che la fissazione può essere appianatrice, atavica, chiusa.

Non è inutile dire che l’ego esonera – o tende a farlo – dall’analisi e dalla riflessione nei modi che gli vanno bene, che gli hanno preservato fino a quel momento dei privilegi – ben al di là dell’etica; cioè: tutto quanto è con lui lo porta al sentimento dell’apprezzamento; ma quello che è “altro” gli rimane strutturato per il sospetto, l’allarme e, irrimediabilmente, per il disprezzo.

Il disprezzo è la radice e la base della crudeltà; attraverso il disprezzo passano la mancanza di empatia, l’incapacità di accettare soluzioni comuni, l’incomprensione del fatto che l’altro sia uguale quanto a diritti, la giustificazione di sistemi non egualitari[1] e l’inamovibilità dei privilegi, la superbia, l’intolleranza, ecc.

Il disprezzo spunta sempre in modo incosciente quando l’altro ha altri gusti, un’altra ideologia, un’altra cultura, un altro modo d’amare; quando l’altro non rivendica le stesse cose, non si piega a dare l’ultima goccia di sangue per una patria precisa – e non per le persone, quando l’altro non obbedisce all’amore violento, non tace sull’ingiustizia che il primo invece passa sotto silenzio – perché in qualche modo lo favorisce nella propria immagine o in quella che egli rappresenta - o non ammette l’orrore che il primo organizza.

Si disprezza principalmente perché il pensiero non si vincola ad un’etica chiara – non confusa o di diversi pesi e misure, ma a pregiudizi a seconda di da che parte si possano salvare orgogli, capricci ed ossessioni, vendette patriottiche ed ideologiche; perché il pensiero non si vincola a non giustificare privilegi economici mentre altri muoiono di fame; infine, perché non si vuole riconoscere[2] che tutti, assolutamente tutti, abbiamo gli stessi diritti in quanto persone.

Nota: La lotta antiterrorista non esisterà né ora né mai finché sarà patrimonio di parte, finché si promuoveranno guerre o discriminazioni sociali.



LE COSE E LE LORO FORME
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Le cose comportano dei principi, delle interazioni e uno sviluppo. Esistono perché si è permesso che esistano. Non sono immobili perché l’immobilità non esiste. Ciò che esiste è in quanto integra qualcosa, consiste in qualcosa, perché succede, capita : è un dato di fatto.

Qualcosa che è non è libero dalla propria esistenza, non è solo in sè e per sè, non è un immobilismo privilegiato che sostiene un netto “di per sè” e neppure sostiene il nulla. Le cose sono esistenze nel modo in cui vogliono essere e nelle forme in cui vogliono essere ; comportano modi di esistere e possibili combinazioni ; non possono prescindere dalle forme, dal momento che dalle forme stesse derivano o sono di esse conseguenza.

Nulla si trasforma in forma dal nulla e col nulla, ma da e con qualcosa già esistito; per tanto, permangono essenze di quel qualcosa già esistito, che così continua ad esistere in altra forma nella sua essenza permanente.

Le forme ostentano e sostengono l’azione, e naturalmente l’esistenza, l’essere che agisce: infatti un essere non può esistere senza agire: l’esistenza è presenza[1], azione.

Dunque, l’essere umano misura le forme, ma non misura le essenze: queste non si possono misurare perché sono spesso vere e proprie leggi o assiomi, principi irriducibili.
Sì, tutto scorre, ma è sempre un qualcosa quello che scorre.

L’essere umano pensa alle forme, le decide per costruire più cose come gli conviene, le approva o le disapprova; per questo dice che sono variabili – e lo sono – e manipolabili perché egli le manipola rispetto ad alcune potenzialità concrete. È così, egli è parte integrante della realtà e così, come no, interagisce per rendere possibili le forme. Sintetizza a modo suo la propria maniera come fanno ad esempio le piante con la luce del sole, o, in genere, dell’ambiente circostante.

Sì, tutto passa, ma sempre attraverso una via di mezzo, una forma; e un qualcosa passa e passa in forme successive. Ognuna di esse è allo stesso tempo possibilità e per essere stata già possibilità, come possibilità o potenzialità della realtà esiste.

E ancora: la realtà non esclude niente che esista, nessuno dei suoi elementi, perciò nessuno di questi è relativo ma sono tutti assolutamente imprescindibili; non si possono ridurre, non si possono negare, perché irrimediabilmente danno il via - o mediano - la base del tutto.
Non sono fatti per i capricci del negare.


José REPISO MOYANO
(trad. Cinzia Rizzotto)

martes, 17 de marzo de 2009

DE LA TEORÍA DEL CAOS
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D
e entrada, es una teoría que, de tan amplia, abarca el todo, aun lo que está por verificarse en la realidad; ésta se sustenta en las matemáticas no lineales por señalar o por medir movimientos iniciales que no siguen -a causa de diversos factores y variables- una periodicidad concreta, o sea, porque son imprevisibles.

Aún así, como teoría que además cuenta con postulados y fórmulas, cualquier sistema en cuanto al movimiento es unívoco, en probación, por lo que no existen -como base científica- “los sistemas no dinámicos” de donde partir de una manera lo más racionalmente teórica -o taxativa- : sí, ya todo sistema físico es funcional y categóricamente... dinámico.

Pues bien, esta teoría que valora unos exactos parámetros que fijan unas condiciones iniciales de un movimiento por considerar su estabilidad en un “espacio de sus estados” en el tiempo, sugiere un comportamiento “imprevisto”, impredecible, de unos sistemas que llama caóticos pero que son atraídos por un movimiento que le es característico en su periodicidad, o atractor.
El atractor, al no ser simple en lo caótico -por la extrañeza misma “de su recorrido”-, aquí muy indeterminado, es clasificado o calificado como “extraño”. También, por su geometría difícil, que se expresa en la naturaleza, se entiende como fractal.

Pese a eso, en lo dinámico, en lo que funciona sólo con el movimiento, claro, todo es impredecible para una concreción espacial; y los “sistemas estables”, que han de seguir a una órbita o a un movimiento más o menos estable -pero nunca fijamente estable-, son en una proporción -la que sea- también inestables.
Quiero decir, un sistema de movimiento, al ser sistema -un movimiento diferente en concreto-, repite sus movimientos, sí, con cierta estabilidad; y a esa REPETICIÓN, que se le puede bien llamar atractor o “tendencia”, o condición dinámica propia más o menos estable -en frente a inevitables variables- de ese movimiento.

Es cierto, de cómo se inicie esa repetición, la cual ocurre en un presente físico y se puede medir en unos "supuestos" estables parámetros, se facilitará un recorrido causal -por principio o por inicio- y será impredecible -inevitablemente- respecto a las variables -que asimismo condicionan- que incidan en su desarrollo -aquí- concausal.

Lo que hay que superar, es lógico, es que nunca existen sistemas dinámicos a priori y a posteriori sin antes comprenderlos -por hacerlos coherentes- como “desarrollos”, ciclos pero con su propio... desarrollo; es decir, los movimientos, como imprevisibles ante sus posibles variables, converjen cada uno -porque lo sea- en desarrollos "singulares", siempre diferentes.

Un error: A la “matemática no lineal” se le suele denominar de antemano imprevisible o caótica cuando, por ser obligación matemática ofrecer -tratar- lo exacto, debería denominarse “estadística” o “probabilidad”.

A ver, el orden del movimiento -que lo posee- nunca es... lineal -sí, puede serlo como un concepto-, ni predecible; sin embargo, estructuras complejas, porque las sean, se rigen -en evidencia- por una COHESIÓN de movimientos condicionados a las mismas fuerzas o principios de tal cohesión -posibles o ya sólo posibles por una interacción-.
Eso es, no tienen movimientos a un cien por cien estables, fijadores para -como tales- conducir a una... inmovilidad, sino -más bien- condicionados -o dependientes- por una estabilidad de cohesión (una "simbiosis": una parte de la estructura compleja "ayuda" a ese todo, porque forma parte de su desarrollo condicional, depende de él y, por tanto, sus "reacciones" o respuestas) y de resultados de interacción.

Por ejemplo: De cómo bote un balón -imaginen que éste es cualquier sistema- es algo crucial que va a determinar toda la trayectoria del balón (esto propugna la Teoría del Caos). Su fase inicial, es cierto, se puede medir pero, todo lo demás, conlleva predicción o adivinación; por lo que se sugiere con inevitable truculencia de imaginación científica o con más o menos "desvariadas" hipótesis.

Toda variable o incidencia del medio en la trayectoria del balón es una “nueva” trayectoria, de improviso necesario, que nunca puede ser calculada... al exacto modo matemático.

¡Ah!, lo que sí -por otra parte- puede saberse siempre es... lo que ya ha recorrido y sus condiciones apriorísticas que, claro, le delimitan, le restringen y "más lo permiten" entre una zona de estados “causalmente” posibles.

Nota.-
En meteorología, es conocido el "efecto mariposa" , el cual popularmente ha extendido la teoría del Caos: el aleteo de una mariposa en China -por ejemplo- puede ser la causa -yo diría parte de la causa, una... causa- de un huracán ya en otra parte de la Tierra (no, no es totalmente cierto sostener que un meteorólogo predice el tiempo que va a hacer, sino que advierte -como alerta- ya la existencia de una baja presión o de aire cálido-húmedo o de nubes y, también, hacia los lugares donde se dirigen, al parecido modo de advertir la trayectoria eclíptica de un asteroide por ejemplo).

Habría que concebir, claramente, que cualquier sistema complejo interacciona y algún "accidente" -de los no habituales en él- puede determinarlo de una forma que parece "caóticamente" distinta.
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lunes, 26 de enero de 2009

CONSIDERACIONES SOBRE EL AUTISMO
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En la naturaleza no existen seres potencialmente inadaptables -otra cosa es que la adaptación de uno no pueda competir con la de otro y tienda, por ello, a desaparecer-.
Lo que ocurre, porque es natural, es que los más débiles tienen que recurrir a... la agresividad; y la agresividad no es aquí algo "malo" en el contexto biológico (1), sino un bien para ellos, un mecanismo de defensa.

Así, ningún ser es inadaptable ni aun comprobándose una deformación o una “desorganización somática”, pues no existe -per se- incapacidad somática para que un individuo no se adapte, ya sea de una forma o de otra.
No obstante, se ha de tener en cuenta que, todo organismo vivo, siempre es una deformación con respecto a la forma que tuvo anteriormente; o sea, los organismos en todo proceso adaptativo son deformados y deformables, y no todos siguiendo una total... simetría.
Lo que sí habría que analizar es, más a fondo, esa “debilidad” que recurre a otros mecanismos de defensa, porque permiten una adaptación diferente a la adaptación de la mayoría de los miembros de una misma especie; es decir, se trata de otra -“legítima biológicamente”- que se ha de tolerar.

Además, se ha demostrado con el método experimental -por científicos de reconocido prestigio- que, si un animal es expuesto a un agente estresante o inadecuado en un extremo para él, entonces, el resultado es de bloqueo: inutilidad o "pérdida" de sus propios mecanismos de defensa a favor -o en búsqueda- de otros que sí se le presentan para unos niveles de rechazo -o de inmovilidad- y de... agresividad.
Significa esto, claro, que sus mecanismos de defensa quedan en cierta manera “agotados” porque no atienden a sus nuevas necesidades y, por medio de un rechazo inconsciente, se ve impulsado u obligado a actuar en otra dirección, ya "inconsecuente" a los mecanismos de defensa que él contaba; y esta reacción no, no es anormal, sino aun de lo más normal -biológicamente-.

Sí, el ser humano desde que nace, como cualquier ser vivo, sigue a un “mandato”o a un impulso de sentirse seguro -a modo de placebo natural-, en el placer; así es, el cual puede no encontrarlo en un determinado entorno provocándole esto un brusco rechazo o un incontrolable rechazo -por automatismo- hacia él y en tanto que, por afectividad, sólo ha encontrado como seguro "su mundo", ése que no es capaz –o que no cuenta con la ayuda suficiente- de concebir el orden afectivo -o la adaptación- de la mayoría.

El autista -o el esquizofrénico-, desde luego, se adapta siempre, pero de otra manera, menos “difluida” porque, sus mecanismos de defensa, encuentran demasiado pronto la saciedad (2) -al límite de “entendimiento” a donde pueden llegar- determinándole -tal saciedad muy concreta- una acumulación de patías y, éstas de seguida, un nuevo modelo de necesidades que, inevitablemente, se forjan en su interior.
Por ello, el autista posee una emotividad -”interioridad” provocada por “aislamiento”- superior en beneficio de una defensa de un interior “amurallado”; el cual no precisamente cuenta con la protección comprensiva de los demás que, asimismo, “viven -por otro lado- con sus intereses en sobrecarga” porque prevalezca un único o general orden afectivo, uno decretado u “oficial”.
El autista, entonces, "prevé" las patías de ese orden general y no se ofrece -lo más mínimo- en su apatía inconsciente (3) para percibirlo o para entenderlo: no le presta atención.

En cualquier terapia, la hipersensibilidad “a sí mismo” no puede ser eliminada, ya que probablemente destruiría la estructura de su personalidad en detrimento de “su sentirse seguro” -el anteriormente referido-; pero el juego o la ociosidad (la repetición de cosas que le agradan, lo cual “le dan a entender” que lo aceptamos) distienden su agresividad -el no aislarlo precisamente del humor o del placer físico de las cosas- porque, así, lo acercan a lo real “por su vía más agradable” o persuasible para que confíe más en él (se trata de que “lo nuestro real” sea compatible o aceptado con “lo suyo real”).

Su adaptación, en suma, no se ha de doblegar, sino más bien se ha de incentivar; y el juego lleva, a su imaginación, al terreno de lo real -en su amplia extensión-. Se le incentivaría, con eso, para conseguirse un cambio de sentido sin que su resultado suponga una descompensación, en cuanto a imposición desagradable se refiere.
El juego, o la ociosidad en torno a él, claro, es la institución más abierta que pueda existir; éste, además de que socializa, aparca la agresividad, y a nadie reprime su sentimiento por sentirse más o menos importante -imprescindible- e integra hasta al que “solamente” estuvo aislado, imperfecto -se puede pensar- para los demás.

Como conclusión, la no-agresividad o una adaptación cívica no en todos requiere el mismo aprendizaje y, por lo tanto, una atención sobre aspectos más generales de la realidad no ha de ser impuesta ni exigida con un mismo método -unos mismos parámetros- de aprendizaje; sí, al igual que un invidente o un mudo, que no poseen siquiera las mismas necesidades, el autista no va a atender “a lo mismo” del mismo modo.

(1) En el contexto biológico la agresividad siempre es un "bien", una reacción a la patía que se siente o se "prevé" por haberla experimentado... repetidamente.

(2) Todo tropismo se fundamenta en una ansiedad hacia lo necesario; cuando lo necesario llega a cierto umbral ya queda saciado y es, entonces, en este extremo en donde se siente un rechazo o una patía o una obligada contra-reacción que se dirige hacia otra acción o hacia otro modelo de acción, condicionado éste por unas nuevas necesidades.

(3) Anula o rechaza un estado perceptivo de la realidad: el que pasó hambre puede "anular" ese estado si se siente débil o vulnerable y, además, a los que se encuentran en él, es decir, por debilidad de supervivencia - o, si se quiere entender, "por cobardía"- rechaza esa empatía -principalmente por el miedo instintivo al mismo miedo o a la inseguridad, es decir, una huida deseada de toda fobia-.

Nota.-
Cuando ya han movilizado todos sus mecanismos de defensa con los máximos esfuerzos creándose “castillos en el aire” –donde rápidamente sacia los ideales de su interior hiperemotivo- pues, por ser esto constante o repetido, en esas sucesivas vueltas a la realidad son demasiados “castillos en el aire” los que se caen, o sea, acumula fobias o frustraciones o patías, por un proceso demasiado rápido de la “saciedad”; más claro, lo que para los demás es un “tranquilo adaptar” lo que desean, para él ya es una total confrontación con esa realidad.
Así, como consecuencia “legítima” o inevitable, los conocimientos de “su” realidad los va sobrealimentando, los va sublimando con las imaginaciones que él crea -porque éstas son, por encima de todo lo demás, las que a él le garantizan más seguridad-.
El autista es... un ser que no tiene sus propios recursos adaptados para la reincidente frustración -aunque ningún ser humano, ante ella, perfectamente los adaptaría-.
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